Camila, la amante “villana” que se convirtió en reina consorte

Camila, la amante “villana” que se convirtió en reina consorte

Camila, la amante “villana” que se convirtió en reina consorte

El príncipe Carlos y Camila, la duquesa de Cornualles, durante un discurso de la reina Isabel II, en el Palacio de Westminster, en Londres. AP/archivo.

Londres.- La nueva reina consorte de los británicos, Camila, fue durante años percibida como el personaje malvado que interfería en el (no tan idílico) matrimonio entre Carlos y su primera esposa, la malograda e idolatrada Diana de Gales.

Tras 16 años de vida matrimonial y muchísimos más de romance clandestino, Camila ha tenido que hacer esfuerzos para ganarse a los británicos, encandilados por la personalidad, aparentemente más dócil y refinada, de Lady Di.

Lograr la aceptación de la ciudadanía para dejar de ser vista como la villana de la historia le ha costado a Camilla más de un sinsabor y muchas campañas de imagen, cuidadosamente planeadas para transformar su percepción pública.

Convertida hoy en una respetable y discreta esposa, madre y abuela de cinco nietos- Lola, Freddy, Eliza, Gus y Louis y otros cuatro por parte de Carlos (los tres hijos de Guillermo, Jorge, Carlota y Luis y Archie y Lilibet, de Enrique y Meghan), Camila fue durante años, para el resto del universo, la “tercera en discordia» que se entrometía entre Carlos y Diana.

RISTRA DE TÍTULOS

La segunda esposa del primogénito de Isabel II nació en Londres, en el hospital King’s College, el 17 de julio de 1947 y posee una nada desdeñable lista de títulos, entre ellos el ducal de Cornualles, los de duquesa de Rothesay y condesa de Chester.

Por ley sería también princesa de Gales pero desde el palacio de Buckingham se consensuó que se le llamaría duquesa de Cornualles con tratamiento de Alteza Real, por respeto a la memoria de Diana.

Hija del comandante Bruce Shand, un oficial del Ejército británico y miembro de la llamada pequeña nobleza, que trabajó como comerciante de vino y de Rosalind Cubith, hija mayor del III Barón Ashcombe, Camilla conoció a Carlos, quien sería el indiscutible amor de su vida, con 23 años en un partido de polo.

Al parecer, ella misma comentó al heredero al Trono que su tatarabuelo, el rey Eduardo VII, había sido amante de su bisabuela Alice Keppel. Ironías de la vida, se cree que Carlos no terminaba de ver en ella a su futura consorte, y Camilla pasó página casándose con Andrew Henry Parker Bowles. Ese matrimonio puso fin a la conexión especial entre Carlos y Camilla.

Con Andrew tuvo dos hijos, Thomas Henry Charles “Tom” Parker Bowles, de 46 años, ahijado del príncipe Carlos, y Laura Rose Lopes-Parker Bowles, de 43 años.

INVITADA A LA BODA

La hoy flamante reina consorte figuró también en su día entre los ilustres invitados que acudieron al enlace del príncipe de Gales con la aristócrata Lady Diana Frances Spencer, hija del conde de Spencer. Pero tampoco esa boda, que para la nación suponía la guinda a un cuento de hadas, pudo terminar con el romance camuflado de amistad entre el primogénito de Isabel II y Camilla, que perduró, salpicado de escándalos y de más de un incidente bochornoso, como el denominado “Tampongate».

A nadie sorprendió que Andrew Parker Bowles se divorciara de ella en 1995. Un año después, también se disolvía de forma oficial la unión entre Carlos y Diana y el todavía heredero al trono, que no tardó en retomar su relación inacabada con Camilla, con quien se dejó ver cada vez más en actos públicos.

La inesperada y trágica muerte de Lady Di en un accidente de tráfico en París en 1997 volvió, de alguna manera, a ensombrecer la historia entre Carlos y Camilla al sumir a todo el país en un duelo colectivo. Una devoción por la princesa muerta que contrastaba con la animadversión que generaba Camilla. La hoy monarca consorte tuvo que hacer concesiones a fin de granjearse la simpatía de la opinión publica y conquistar a los británicos.

Hoy se puede decir que lo ha conseguido. Detrás de la normalización de la relación con Carlos hubo una estratégica campaña para mejorar su imagen y, según han comentado los medios británicos, ayudó -mucho- que los príncipes Guillermo y Enrique, hijos de Lady Di, la aceptaran. Aunque parecía imposible, la pareja logró sellar su amor, tras tres décadas de romance, críticas y sinsabores, con una ceremonia oficiada en el Ayuntamiento de Windsor el 9 de abril de 2005.