Hasta hace unas décadas, la acción de gobierno se delineaba sobre todo en la relación entre Poder Ejecutivo y Legislativo.
Esa relación podía ser tensa o fluida, pero en las primeras fases de desarrollo de la democracia, privilegió el congreso o los parlamentos como espacio en que se concentraba la mayor parte de la política en lo que se refiere a cómo y hacia dónde orientar la labor de gobierno.
Más tarde, con el desarrollo de los medios masivos de comunicación, la política en tanto ámbito en el que se orienta la gestión de gobierno, fue afectada por la opinión pública. Entre el principio y el final del siglo pasado, la opinión pública vino a convertirse en el ámbito fundamental en el que se decidía la orientación de la función de gobernar.
Si bien este proceso produjo tensiones y algunas dificultades, aportó una ampliación de la democracia, al complejizar los procedimientos de construcción de consensos y generar nuevas condiciones de gobernabilidad. Lo mismo sucedió en términos de los actores clave en la construcción de dicha gobernabilidad.
Con el advenimiento de la era de la información y el desarrollo de las TIC, se ha producido una nueva fase en el desarrollo de la democracia.
Porque hoy la opinión pública ya no se construye de forma vertical, sólo desde los medios masivos de comunicación hacia la ciudadanía.
A partir de la ampliación de las capacidades y tecnologías de comunicación, diversificando a los emisores de información y opinión y generando una dinámica horizontal en todo el proceso de comunicación, la gente tiene más acceso e interviene más en la producción de consensos y sentido.
Hoy la gente se entera, se comunica, se expresa, se coordina y se incorpora a la movilización social a partir de redes. Eso está cambiando la política.
