Soy reeleccionista, pues el rechazo a cualquier candidato debe dársele, igual que el poder, en las elecciones. La posibilidad de aspirar a más de uno o dos períodos no garantiza ganar los comicios, como supieron Balaguer, don Hipólito, Leonel y otros. Igualmente debe ocurrir internamente en los partidos, donde es preocupante la persistencia del caudillismo.
Leonel, principal opositor, compró un partido marxista para convertirlo en su plataforma electoral. Danilo dijo que se iba, pero se quedó y no suelta la presidencia del PLD ni con candela, como sacan al lambí del caracol o a los guerrilleros de sus túneles.
Lo que queda del PRD es una franquicia de Vargas Maldonado. Y la pléyade de partiditos minúsculos son en su gran mayoría chinchorros de sus caudillitos o dueños.
El PRM, construido por Luis Abinader y otros experredeístas, queda tras la intención suya de no repostularse, como el único en que la candidatura presidencial para 2028 podría disputarse en asamblea interna entre quienes demuestren posibilidad de triunfo.
Por tanto, es esperanzador que dentro del PLD varios de sus dirigentes, como Juan Ariel Jiménez y ahora Francisco Javier García, estén dispuestos a una renovación partidaria. Sin partidos democráticos es difícil tener un país democrático.