El pasado julio fue el mes más caluroso del que la humanidad tiene registro, pero, según científicos, ese podría ser el julio más frío que tengamos el resto de nuestras vidas.
La temperatura mundial aumenta cada año, y no solo sube, también se acelera, aumentando cada vez a mayor velocidad. Señalan que el mismo incremento de la temperatura media mundial de los últimos 150 años (1.2 grados centígrados), lo veremos en apenas los próximos 15 años.
Implicando no solo una molestia con el calor, que es ya un problema. Lo peor es cómo afecta al régimen de lluvias, y por lo tanto a la disponibilidad de agua.
La disminución del agua para riego a su vez impacta la producción de alimentos, y por ende su disponibilidad y precio. Y esto ocurre al nivel mundial, donde incluso los países que hoy abastecen de alimentos a otros tendrán que esforzarse para dar de comer a su población.
Veremos a los países productores de alimentos emitir leyes que prohíban la exportación de sus productos, para garantizar comida a su población, pero dejando sin alimentos a otros países (así es la lucha por la supervivencia).
Cómo país tenemos la posibilidad de incrementar nuestra producción. De 12 millones de tareas con potencial agrícola que tenemos, sólo cultivamos 5 millones.
No por falta de agua, sino por falta de un uso eficiente de esta.
Tenemos suficiente agua y tierra agrícola para producir más del doble de lo que demandamos. Podemos garantizar nuestra seguridad alimentaria y aprovechar las oportunidades económicas de abastecer a otros países.
Llegar ahí toma tiempo y planificación. La gente no siembra cuando tiene hambre, siembra para no pasar hambre.