Caiga quien caiga…

Caiga quien caiga…

Caiga quien caiga…

Claudio Caamaño Vélez

A veces uno, sin darse cuenta, se convierte en el profeta de su propia desgracia.
Jean Alain Rodríguez nunca imaginó que cuando dijo: “caiga quien caiga”, sería él uno de los que caerían.

Por lo visto mucha gente no pensó jamás que saldría del poder, o al menos, entendían que en el remoto caso que eso pasara, ocurriría lo mismo de siempre: el gobierno que llega no hace nada, para que cuando salga tampoco le hagan nada a él.

De tanto tiempo de estar arriba, se les olvidó lo que es estar abajo. Se creyeron el cuento de que eran dioses.

Robaron, abusaron, maltrataron, humillaron, se burlaron, etc, etc, etc. Cómo si nunca les pasara por la mente que el poder es efímero, y que toda borrachera trae su resaca.
Parece algo increíble ver a un Jean Alain con casco, chaleco y esposas. ¿De qué le vale ahora su yate o sus lujosos inmuebles desde la pequeña celda donde se encuentra?… Y donde tal vez pasará muchos años.

Mi alegría, y la de muchos, no es por la desgracia de Jean Alain (bien ganada), sino porque su apresamiento es un fruto de la lucha contra la impunidad; y quienes siembran un árbol tienen el derecho de alegrarse cuando ese árbol da frutos.

Que la justicia caiga con todo su peso sobre los que han traicionado a nuestro pueblo, para que sirva de escarmiento a los corruptos del pasado, y de advertencia a quienes sientan la tentación de hacer lo mal hecho.
Hoy vivimos en un país diferente, y quien no lo entienda por las buenas, lo terminará entendiendo por las malas.



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