Santo Domingo.-Han pasado 10 años, pero aún Yulissa P. no ha podido borrar de su mente aquella “desgraciada tarde” en la que vivió la peor experiencia de su vida.
Sólo el recordar “las rudas manos” de su verdugo sobre su cuerpo le lacera el alma y la hacen temblar de rabia e impotencia.
Apenas tenía 12 años cuando la ingenua adolescente pasó por la horrenda desdicha de ser abusada sexualmente por un tío materno, a quien ella ayudaba con la limpieza de la casa.
El cuerpo de Yuli, como la llamaban sus familiares y amigos, apenas comenzaba a desarrollarse, ya le habían salido sus pechos y su figura comenzaba a tomar forma de mujer. Pero ella sólo pensaba en estudiar, ayudar a su madre y jugar con sus amiguitas.
Todas esas ilusiones se esfumaron el día que el “maldito pariente” la forzó y satisfizo con ella sus despiadados deseos sexuales.
“Ese asqueroso no se conformó con violarme una vez, me usaba cada vez que podía”, relata la joven, quien todos los días lloraba para no volver a la casa de su tío, pero no lo podía delatar porque estaba amenazada de muerte.
Estadísticas
El infierno de Yulissa es muy similar al experimentado por unas 24,714 mujeres que en los últimos cuatro años denunciaron haber sido violadas sexualmente por familiares, parejas, amigos, relacionados y desconocidos.
Este delito representa la tercera causa de violencia contra la mujer, que junto a las quejas por agresiones físicas, verbales/psicológicas y patrimoniales han generado 350,706 querellas entre los años 2011 y 2015, según la Procuraduría General de la República.
Maridos perversos
Tan sólo en el año 2015, la Procuraduría recibió 6,741 denuncias por delitos sexuales, 2,642 de ellos catalogados como agresiones sexuales y 1,275 como violaciones.
“Lo más doloroso es que siempre se ha pensado que esos casos son cometidos por un desconocido, pero la mayoría de los violadores son los propios maridos”, dijo Yanira Lara, directora del Patronato de Ayuda a Casos de Mujeres Maltratadas (Pacam).
Precisó que esa agresión está ocurriendo muy frecuentemente y de manera muy perversa en el 80% de los casos de violaciones que recibe ese centro.
“Muchos hombres obligan a sus mujeres a tener relaciones sexuales con personas del mismo sexo o con otras personas. Otros la inducen a utilizar objetos extraños”, alerta la especialista, que cada año ayuda a “salir del horror” a más de 100 mujeres maltratadas.
Estos hechos de violencia nunca son casuales ni vienen sólos. Las víctimas, como Yulissa denuncian que son agredidas todas las semanas y además de lo sexual reciben amenazas, chantajes, insultos y el maltrato verbal y psicológico.
Así lo afirma Sorange Alvarado, encargada del Centro de Atención a Sobreviviente de Violencia, cuyo refugio recibe cada mes un promedio de nueve mujeres maltratadas.
Una de cada 10 mujeres mayores de 15 años ha sido víctima de violencia sexual en el país, de acuerdo a la Encuesta Demográfica y de Salud (Endesa) 2013, y un 31.7% sufre acoso.
Pero el Programa Nacional de las Naciones Unidas (PNUD) apunta que esos delitos han aumentado en 107 % en los últimos años.
Sin embargo, al igual que Yulissa, una gran parte de las afectadas callan por temor, vergüenza o falta de reconocimiento del abuso. Por eso algunas terminan engrosando la lista de los más de 200 feminicidios que todos los años ocurren en el país.
Prevención y secuelas
La violación sexual es una de forma de esclavitud humana, cuya prevención pasa por la educación de la sociedad sobre cómo deben ser tratadas las mujeres, apunta Alvarado.
Señaló que en el país las féminas son criadas como un objeto sexual creado para satisfacer a los hombres y por eso muchas veces no se perciben como víctimas.
Por eso Lourdes Contreras, encargada de Género del Instituto Tecnológico de Santo Domingo (Intec) insiste en que hay que educar y la sociedad para que puedan detectar cuando un niño, joven o adolescentes están siendo abusados.
Si existiera más conciencia, casos como el de Yulissa no llegarían tan lejos, pues por no reconocer que “algo pasaba” su madre la obligaba a regresar cada día a la casa de su victimario, aunque la niña lloraba por no ir.
Su calvario terminó cuando salió embarazada y enviaron a su agresor a la cárcel por 20 años.
Pero la violación persiste internamente en su mente, pues Yulissa tuvo un hijo que no acepta y hoy es una más de las tantas mujeres maltratadas que deambulan por la vida con baja autoestima, inseguridad, ansiedad, depresión y pocas ganas de vivir.