Es curioso como grandes decisiones de partidos y empresas son tomadas según la data que muestran encuestas o sondeos de opinión. Sin embargo, los diarios dominicanos insisten en privilegiar a opinantes profesionales cuya cobertura no guarda la mínima relación con su real importancia social, económica o política.
Son augures de cataclismos, cultores del terror, dinosaurios ideológicos o exfuncionarios indigestados por el poder desperdiciado cuando algún decreto les corroyó la prosopopeya innata, haciéndoles creer líderes de alguna corriente de opinión cuando no mandan ni en su familia.
Hay políticos cuyos grupúsculos no han logrado en votaciones ni un regidor o diputado y cuyo total de votos en todas las elecciones desde hace décadas no suma suficientes para llenar un estadio chiquito. Pero con una frecuencia pasmosa aparecen pontificando, intrigando, advirtiendo, incordiando y politiqueando como si la patria dependiera de sus incesantes y ridículas admoniciones.
¿Cuál misterio les permite mantener esa inmerecida vigencia mediática? ¿Será por la notoria complicidad de directores que aparentan gestionar sus “relaciones públicas”? ¡Cuántos payasos en este macondiano circo!
