Los caballos estornudan en la lluvia. En Uruguay es exactamente lo mismo que en nuestros barrios y avenidas; los caballos representan un fenómeno asociado a la pobreza.
Con su andar lento y sus ojos parsimoniosos estos divinos animales son los primeros en darse cuenta de los problemas sociales de las ciudades. Son los testigos mudos de los años de la aglomeración de las casas, del auge del transporte de personas y del avance de la industria de las adquisiciones simples.
Afortunadamente no existe hoy un problema que se denomine ‘caballos trabajadores’. De una manera inexplicable, cada vez hay menos animales al servicio del trabajo indiscriminado en las la calles. De manera que, situándonos en el actual contexto de nuestro país, no hace falta buscarle solución a sus males. Pero sí, recordar la negra suerte de los caballos trabajadores.
El uso de los caballos en casa, o para lo que se quiera utilizar, constituyó una irresponsabilidad; no culpamos a los que los trataron mal, pero el caballo necesita cuidado diario, necesita comer y beber, y necesita una atención especial para cuando tenga que ir al veterinario.
El caballo necesita espacio, hacer ejercicio diario, no puede obligársele a estar quieto en un sitio porque se enferma de cólico; tiene que comunicarse, sea con otros caballos o con el hombre; y necesita, sobretodo, convivir con otro caballo como mínimo, no con gallinas u otros animales que no sean de su especie.
El uso del caballo como máquina para el hombre también necesitó cambiar. El caballo sirve en la agricultura, las minas, en el transporte terrestre, reemplazando el vehículo de motor, llevando carga o paseando en carruajes a turistas, acompañar al hombre en granjas.
Es una regla común en los países subdesarrollados, permitir estos tipos de usos a los caballos. La práctica ha desaparecido en Occidente y los Estados Unidos, hace ya muchos años.
Un uso más, también considerado un problema de importancia capital: causa de accidentes de tránsito, particularmente en carreteras.
En fin, tener el caballo como el motor de la civilización de esta parte del mundo, cuyo trabajo informal ocupa mucho espacio, mereció un estudio especializado a fin de variar el factor de desarrollo vinculado a estos animales.
No nos interesaremos por las cuestiones preliminares sobre el sufrimiento y el poco cuidado hacia estos animales, la falta de conocimiento, habilidades o ingresos para establecer el bienestar de sus animales como una prioridad. Existe una situación horrible y tenemos que cambiarla.
Los mismos veterinarios se refieren a estos animales frecuentemente en los siguientes casos: mantenidos en malas condiciones y faltos de comida nutritiva; herrados de forma incorrecta, produciendo cojeras, cargados en exceso u obligados a halar carretas que no tienen las condiciones para andar entre el tránsito; infestados de parásitos; obligados a trabajar durante muchas horas en temperaturas altas, sin descanso ni agua.
En ese sentido, es legítima la aspiración dentro del poder local que son los ayuntamientos que sirva de diagnóstico y de búsqueda de respuestas a las actividades de los munícipes, y que sirva para sustituir el medio-caballo por el medio-vehículo de motor, para ser usados en las mismas tareas que involucran a estos animales.
Y como dije al inicio, no es del todo un problema, pero no debemos repetir el uso incivilizado de los caballos.