Una de las patologías más graves en las organizaciones modernas es el burocratismo.
Por tal cuestión entiendo el aferrarse a las reglas establecidas, sea por falta de iniciativa, ausencia de condiciones de liderazgo o cumplir con el deber como mecanismo de reconocimiento.
El burocratismo, que no es la burocracia como tal, impide a quienes son responsables de áreas de una organización responder a las condiciones cambiantes del entorno o actuar en función del bienestar de la institución.
El chiste del cirujano lo refleja bien: la operación fue un éxito pero el paciente murió. Un liderazgo aquejado de burocratismo lleva a la tumba su organización con una sonrisa de orgullo por el “deber cumplido”, y mientras más elevado en la jerarquía de una organización se encuentran, más grave es el daño para toda la institución.
Que un guardián de seguridad cumpla al dedillo las órdenes es comprensible y deseable, pero que un gerente o vicepresidente de una organización se encierre en hacer cumplir las reglas sin importar el beneficio o perjuicio que dichas normas generan en el cuerpo institucional es mortal.
Sea en el Estado, en las instituciones con o sin fines de lucro, las no gubernamentales, o cualquier forma de organización social, se necesitan liderazgos que entiendan a fondo la naturaleza de la institución y su entorno, capaces de adaptar o crear las reglas en beneficio de la entidad. Se juega en ello la vida de la organización. El burocratismo debe ser desestimulado en toda forma de liderazgo para bien de las instituciónes.