Lilís aun tenebroso tenía mucha gracia y era repentista. Una señora que desde un balcón al pasar le voceó “¡qué nublazón!”, recibió respuesta: “no tema señora, esta nube va de paso”.
Báez, desacreditado por enemigos, pero tan querido por el pueblo que le apodaban “Pan Sobao”, deslumbraba a sus visitantes foráneos con su fino humor. Balaguer, preguntado sobre qué pensaba de ir rezagado en tercera posición según encuestas, dijo: “¡Qué bien, con un hit anoto!”.
Ni hablar de don Hipólito, ocurrente como nadie. Otros han sido de temperamento difícil, agrio o corto, como por ejemplo Bosch, Jorge Blanco y Trujillo, este último poco dado a relajos.
Acaba de unirse a mi lista de presidentes ingeniosos el actual, Luis Abinader, quien al comentar en Facebook el cumpleaños de su bella hija menor, Adriana, puso esta postdata: “A los que me dicen ‘suegro’ les estamos dando seguimiento”.
¡Casi me hago pipí de risa! Recordarle a los gobernados su propia humanidad es virtud de buenos políticos; aunque demostradamente no basta, al menos saca sonrisas.