Muchos peledeístas nunca admitirán ni considerarían que la estatura política de Juan Bosch está muy sobredimensionada.
Varios discípulos le aventajan; han influido y revolucionado mucho más.
¿Duraría Bosch tanto como Superintendente de Seguros? Comoquiera es un prócer, forjador de los dos principales partidos tras el tiranicidio de 1961.
No se trata de disminuir su figura, adornada además por reconocidos méritos literarios. Bosch representa un ideal, de justicia social quizás.
Pero también de anti-valores como la terquedad, la incapacidad de concertar, la obcecación ideológica y la emotividad desbordada.
Elegido presidente con mayor apoyo, dentro y fuera del país, que ninguno antes que él, se dejó tumbar apenas siete meses después.
Y nuestro país lleva 54 años huyéndole a la fea verdad: nadie fue más culpable que el propio Bosch de ese fracaso. Conspiraron reaccionarios, malucos y guardias, también es cierto.
Sin embargo, negarse a reconocer sus graves y salvables errores, su propia responsabilidad por su incapacidad, su condescendiente desprecio del talento ajeno, es ignorar verdades dolorosas. Abrir los ojos sana. Aún llorosamente…