“Es esencial que los derechos humanos sean protegidos por un régimen de derechos, a fin de que el hombre no se vea compelido al supremo recurso de la rebelión contra la tiranía y la opresión…”,
Declaración Universal de los Derechos Humanos.
Agredir a bombazos y macanazos a diputados oficialistas frente al mismísimo Congreso Nacional parecería una locura, cosa del pasado, algo inverosímil en esta época.
Que una cosa es entrarles como la conga a médicos, sindicalistas, estudiantes o a los muchachos del Falpo, y otra muy distinta lanzar gases lacrimógenos contra legisladores del Partido de la Liberación Dominicana (PLD) y seguidores del expresidente de la República Leonel Fernández.
Y eso fue lo que ocurrió este lunes.
Desde el día anterior, un contingente policíaco-militar fue apostado en los alrededores del Congreso. Ayer incluso fueron enviadas al lugar al menos tres cárceles móviles.
(Entre nosotros, confieso que hasta me alegré y pensé: “por fin van a meter presos a ciertos ‘honorables’, pues ahí –salvo contadas y honrosas excepciones– hay individuos vinculados al narco, violadores, corruptos de marca mayor. Lamentablemente, ni las bombas ni las cárceles eran para ellos).
El ataque fue dirigido a unas decenas de manifestantes, pero sobre todo, diputados peledeístas seguidores de Leonel Fernández, presidente del PLD, que pretendían instalar un campamento frente al Palacio del Congreso para protestar contra una eventual modificación a la Carta Magna.
Está comprobado que cuando personas o sectores políticos ambiciosos y autoritarios saben que sus argumentos no son suficientes para convencer, entonces recurren a la fuerza, a la violencia.
La idea era demostrarles a los compañeros leonelistas que el danilismo está dispuesto a lo que sea con tal de imponer la reelección. Luego sobrarán lacayos capaces de “justificar cualquier atropello que fuere necesario”, y encima de ello echarles la culpa a las víctimas.
El saldo de la acción ha sido el atropello al diputado peledeísta Henry Merán, que tuvo que ser llevado a una clínica afectado por los gases, mientras que el estudiante Joel Jiménez sufrió lesiones en el hombro izquierdo. Un abuso, una extralimitación.
No importa si en el pasado Leonel y su equipo voltearan la cara o aplaudieran satisfechos cuando agentes policiales lanzaron bombas lacrimógenas y gas pimienta contra jóvenes que protestaban pacíficamente frente a la Funglode. Lo de este lunes fue otro abuso, un atentado contra la democracia y como tal debe ser repudiado.
Cuando lo que está en juego es la democracia, la libertad, el derecho pacífico a la protesta, a la libre expresión, entonces no hay que establecer diferencias. La sociedad en su conjunto debe ponerse de pie.
Creo que las bombas y macanazos de ayer dicen claramente que los números no les dan a los reeleccionistas.
Y aquí hay que reconocer que tanto Leonel Fernández como el Partido Revolucionario Moderno han logrado mantener firmes a sus congresistas y frenar en seco los planes reeleccionistas.
Hace casi 60 años que los dominicanos les perdieron el miedo a los dictadores. Pese a todas sus lacras, el espacio democrático conquistado a fuerza de sangre, sudor y plomo no debe ser echado por la borda para satisfacer las ambiciones de una minoría.
Insistir en imponer otra reforma constitucional es estar dispuesto a recurrir de manera extrema a las bombas y macanas. Pero de esa forma no se convence a nadie, salvo que todos los demás sean cobardes o masoquistas… y no creo que este sea el caso.