Por décadas, las fuerzas políticas alternativas o emergentes –aunque ya expiden un olor añejo- se han acomodado en la excusa del clientelismo y del uso abusivo de los fondos públicos por quienes detentan el poder, para justificar su incapacidad de conexión con los votantes y de enamorarlos con un relato creíble.
La impotencia de estos grupos es tal que –comprobadas y documentadas las malas prácticas en instancias del Gobierno, a veces expuestas en forma vulgar sin dejar nada a la imaginación- no saben montarse en el coche del desencanto colectivo para acompañar al pueblo.
Melvin Peña J., mi estratega de comunicación favorito y compañero de tesis, diría que han sido incapaces de articular en forma dinámica las ruedas del “storydoing” (hitos relevantes del liderazgo) y del “storytelling” (una narrativa que emocione, conmueva y motive adhesión).
Un periplo haciendo denuncias, a veces tremendistas y fantasiosas, es el trabajo más fácil para un político de oposición.
El problema está en el déficit de propuestas que muestren convincentemente cómo se puede cambiar la historia política de este país.
En otras palabras, los alternativos no alcanzan el diseño disruptivo de un “speech” que los ciudadanos compren al ver en su interlocutor un portavoz con trayectoria, un legado, un paradigma, una muestra revolucionaria que valide su intención de hacer las cosas diferentes.
El otro grave problema es el “background” o los antecedentes de los aspirantes. De buenas a primeras se registran conatos de liderazgos basados en el juego de palabras extraídas de wikipedia o de saberes codificados por terceros que ellos mismos no entienden.
La subestimación de la inteligencia del pueblo dominicano los traiciona. El salami, los 500 pesos o las muñecas y bicicletas triunfaron como dádivas no porque los dominicanos sean un rebaño de imbéciles.
No lo son. Es que, a falta de confianza y ausencia de encanto, escogen lo que su intuición señala como el mal menor, el sino maldito imposible de quebrar desde un ejercicio político bobalicón y desteñido.