“Condiciones espantosas”. “Hedor insoportable”. “Situación inhumana”. A las agencias de ayuda humanitaria se les acaban los epítetos para describir el estado en el que se encuentra Gaza tras nueve meses de guerra y bloqueo tras el ataque de Hamas a Israel en octubre.
El alto grado de destrucción que han dejado los bombardeos israelíes y la imposibilidad de entrar a la Franja materiales para reparar infraestructura básica han llevado a los gazatíes a vivir entre aguas fecales y montañas de basura.
Infecciones y enfermedades fácilmente prevenibles y tratables se han enquistado en un territorio que se enfrenta ahora a temperaturas diarias de más de 35 grados con muy poca agua.
Y en las que las ratas, escorpiones, moscas, piojos y mosquitos están convirtiendo la existencia de sus 2,2 millones de habitantes en un auténtico “infierno en la Tierra”, como describe Louise Wateridge, portavoz de la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en Medio Oriente (UNRWA).
Israel ha desestimado los reportes de agencias humanitarias y ONGs sobre la situación, e incluso ha acusado a varios empleados de UNRWA de tener vínculos con Hamas y la Yihad Islámica, imputaciones que no han sido probadas de forma independiente pero que llevaron a que un grupo de países donantes le retirara fondos al organismo en enero.
“La situación es desastrosa en lo que respecta a las enfermedades, saneamiento e higiene», le insiste a BBC Mundo Wateridge desde el campo de refugiados de Nuseirat, en el centro de Gaza. «Cientos de miles de personas están viviendo hacinadas en condiciones insalubres”.
Estas condiciones han convertido la Franja en un foco de infecciones.
Hepatitis A, sarna, disentería o diarreas agudas son comunes entre los habitantes del territorio, y los médicos temen que con el aumento de las temperaturas sea cada vez más probable que estalle un brote de cólera si no cambian de forma drástica las condiciones de vida.
Pero la lista de peligros no se queda ahí: las autoridades de Sanidad de Gaza aseguran haber detectado el virus de la polio en muestras de aguas residuales recogidas en la Franja.
La información ha sido corroborada por Israel, cuyo ejército ha ordenado que todos los soldados desplegados en la zona sean vacunados o reciban una dosis de refuerzo.
El olor que desprenden las toneladas de residuos sin recoger y los cadáveres que han quedado bajo los escombros y que son, ahora mismo, imposibles de recuperar, es insoportable, denuncian los habitantes de este territorio devastado por la guerra.
Esto se suma a las aguas residuales que afloran por cañerías reventadas por las bombas y que no pueden llegar a las plantas de tratamiento porque también han sido destruidas en los ataques del ejército israelí, en los que ya han muerto cerca de 39.000 personas.
Gran parte problema se debe a que la red de infraestructura de agua y saneamiento de la Franja está completamente destruida. Según el último informe de la ONG Oxfam, los habitantes de Gaza apenas tienen acceso a 4,74 litros de agua diarios por persona para beber, cocinar o lavarse, una cantidad equivalente a la descarga de la cisterna de un retrete.
“Esto es menos de un tercio de lo que la comunidad internacional considera el estándar mínimo de agua necesaria en una situación de emergencia (15 litros), y un 94% menos de lo que tenían antes de la guerra”, le explica a BBC Mundo Lama Abdul Samad, experta en agua y saneamiento de Oxfam y autora del informe.
En una situación normal, la OMS recomienda entre 50 y 100 litros de agua por persona y día para satisfacer las necesidades básicas y evitar problemas de salud.
El 90% de la población de Gaza se ha visto obligada a desplazarse, según la ONU, y muchos malviven en precarios refugios levantados con plásticos, telas y con los deshechos que las familias pueden encontrar.
Refugios que no protegen ni del calor, ni del olor, “ni de las ratas e insectos que corren allá donde mires; cualquier persona con la que hablas aquí te cuenta sobre las picaduras de escorpión, los mosquitos o las moscas”, describe Louise Wateridge.
El problema del agua
Desde que empezara la guerra el pasado 7 de octubre, después de que Hamás matara a más de 1.200 personas en Israel y secuestrara a otras 152, el gobierno israelí ordenó el bloqueo total de la Franja.
“Vamos a someter a Gaza a un asedio total… Ni electricidad, ni alimentos, ni agua, ni gas: todo está cerrado”, afirmó entonces el ministro de Defensa, Yoav Gallant.
De Israel solo llegaba el 12% del agua que se consumía en Gaza, pero ese grifo fue cerrado por la empresa pública israelí de aguas, Mekorot, el 9 de octubre.
En todos estos meses, aunque en algún momento se reactivaron las conducciones, “la línea que abastece el norte ha estado cortada el 95% del tiempo y la que va a Jan Yunis el 81%”, detalla Lama Abdul Samad.
La mayor parte del agua que se consumía en Gaza antes de la guerra procedía de la misma Franja. Pero los bombardeos israelíes han destruido la práctica totalidad de la infraestructura de agua y saneamiento del territorio, según Oxfam, que denuncia que Israel “está utilizando el agua como un arma de guerra” en contra de las convenciones del derecho internacional humanitario.
Las restricciones que Israel impone a la entrada de combustible, necesario para poner en marcha las bombas de agua, han agravado el problema.
Según Abdul Samad, Israel sólo ha proporcionado una quinta parte de las necesidades de combustible que pedían las organizaciones de ayuda humanitaria coordinadas por la ONU que trabajan sobre el terreno en materia de agua y saneamiento.
Entre la infraestructura destruida no solo hay canalizaciones, también depósitos, pozos, desaladoras, laboratorios donde se analiza el agua e incluso almacenes donde se guardan tuberías y piezas de repuesto, que el bloqueo israelí tampoco permite introducir en Gaza.
Y no solo eso: el 70% de todas las estaciones de bombeo de aguas residuales han sido destruidas, así como todas las depuradoras, explica la experta de Oxfam. “Es por eso que estamos viendo inundaciones en Yabalia y aguas residuales en barrios de Jan Yunis”, añade.
El nivel de destrucción no tiene precedentes, denuncia Lama Abdul Samad, quien pone dos ejemplos para comparar: “En Siria, después de 10 años de guerra, el nivel de daños alcanzó el 50%, según el Comité Internacional de la Cruz Roja. En Yemen, tras 9 años, alcanzaron el 40% de daños en agua y saneamiento. Aquí estamos viendo más del 70% (en 9 meses) y en lugares como ciudad de Gaza, estamos hablando del 100%”.
Reparar lo destruido es, además, una tarea casi imposible.
Louise Wateridge cuenta que, como Israel no permite la entrada en la Franja de piezas mecánicas, funcionarios de la UNRWA han tenido que empezar a desguazar vehículos viejos para sacar piezas que puedan usarse para hacer funcionar las bombas de agua de los pozos.
“Tienen que tirar de ingenio y utilizar cualquier cosa que ya esté en la Franja de Gaza para arreglar las cosas”, relata la portavoz de la organización.
La basura
Wateridge describe una imagen que se repite por toda Gaza: “Ahora mismo estoy viendo por la ventana una montaña de unas 100.000 toneladas de basura justo a las puertas de donde estoy, en la que escarban perros y donde a menudo veo también niños rebuscando algo qué comer, materiales para hacer un refugio o cosas que puedan servir de combustible porque no hay gas para cocinar”.
Los deshechos, que se pudren, apestan y son nido de ratas y todo tipo de insectos, están por todas partes.
Ya antes de la guerra, debido al bloqueo que Israel impuso sobre la Franja en 2007, en Gaza no había suficientes camiones de basura ni equipos para clasificar y reciclar residuos urbanos.
Pero desde el 7 de octubre, Israel ha bloqueado el acceso a la zona fronteriza, que es donde se encuentran los dos principales vertederos de la Franja, El de Juhr al-Dik, que daba servicio al norte, y el de Al Fujari, que servía al centro y sur del territorio.
La UNRWA calcula que, a 10 de junio se habían acumulado más de 330.000 toneladas de residuos sólidos, suficientes para llenar 150 campos de fútbol. A esto se suman una media de 2.000 toneladas más diarias.
“Pedimos cada día a las autoridades israelíes poder acceder a los vertederos, pero nuestras demandas son rechazadas, así que la basura se va acumulando literalmente en todas partes”, revela Louise Wateridge.
En un estudio recientemente publicado, la ONG holandesa Pax ha identificado al menos 225 basureros informales en toda la Franja, entre ellos 14 de emergencia designados por la ONU.
La misma organización reconoce que es muy probable que la cifra real sea incluso mayor, ya que los vertederos más pequeños puede que no sean visibles en las imágenes de satélite que han utilizado para peinar la zona.
Los riesgos para una población ya vulnerable son enormes, asegura Pax en el informe “Guerra y basura en Gaza”: desde enfermedades respiratorias por el deterioro de la calidad del aire debido a la quema de residuos y al olor de la basura en descomposición hasta los peligros que enfrentan las personas que hurgan en la basura, que se exponen a residuos médicos o industriales tóxicos.
Además existe el riesgo de que una “sopa química” formada por materia orgánica soluble, componentes inorgánicos, metales pesados y compuestos orgánicos xenobióticos acabe contaminando las tierras agrícolas y el acuífero, permitiendo “finalmente que las sustancias tóxicas penetren en la cadena alimentaria y encuentren su camino de vuelta a los humanos”, advierte Pax.
Y donde hay basura, hay parásitos e insectos.
Cucarachas, moscas, mosquitos, gusanos y escorpiones… todos acuden al festín de la basura y se cuelan por las rendijas de las precarias tiendas en las que sobreviven cientos de miles de personas.
“Están en todas partes”, advierte la portavoz de la UNRWA. “Cuando hay moscas, tu instinto natural es apartarlas. Ni lo piensas, es algo que te sale. Aquí he visto a niños en el hospital con 10 o 15 moscas revoloteando alrededor de la cabeza y ni se inmutan por lo acostumbrados que están ya a esos insectos”.
La higiene
A los casi 39.000 muertos que han dejado los bombardeos israelíes, las terribles condiciones sanitarias de la Franja podrían sumar muchos más. En una carta publicada en la revista médica The Lancet, un grupo de investigadores proyectaba, teniendo en cuenta las cifras de otros conflictos, que las muertes indirectas en Gaza podrían alcanzar las 186.000.
La estimación ha sido cuestionada por otros científicos pero, proyecciones aparte, la realidad sobre el terreno habla por sí sola: uno de cada cuatro gazatíes, el 26% de la población, ha enfermado gravemente por dolencias fácilmente prevenibles, según datos de la Organización Mundial de la Salud.
Hasta el 28 de mayo se habían registrado 729.909 casos de enfermedades relacionadas con el agua y la falta de saneamiento.
Preocupaban, sobre todo, los 485.300 casos de diarrea acuosa aguda, entre ellos 112.882 niños menores de 5 años, así como 9,700 casos de diarrea con sangre (sospecha de disentería) y los 81.000 casos de ictericia aguda (sospecha de hepatitis A).
La mayor parte de la población no tiene con qué lavarse ni con qué lavar su ropa o sus enseres porque apenas hay jabón debido al bloqueo.
“Los farmacéuticos de la UNRWA nos dicen que tratan constantemente a niños con diarrea, piojos, enfermedades cutáneas, úlceras por no lavarse, pero que no llegan a curarse porque los niños vuelven a las mismas condiciones insalubres que las causaron”, relata Luise Wateridge.
Lo mismo sucede en los hospitales, donde la falta de productos de limpieza y desinfectantes por el bloqueo israelí hace que pacientes con graves heridas yazcan en colchones ensangrentados, o que los médicos tengan que trabajar en la unidad de cuidados intensivos con las ventanas abiertas por las que entran moscas y mosquitos debido a la falta de combustible para hacer funcionar el aire acondicionado.
“En el hospital Nasser, la semana pasada, los médicos estaban limpiando las terribles heridas después de un bombardeo con agua porque no tenían nada más. El hospital estaba lleno de niños que habían perdido extremidades», lamenta la portavoz de la agencia para los refugiados palestinos. «Es atroz».
Lea también: Una española reclamada por República Dominicana niega que se dedicara al tráfico de niños