La bio-política nació el mismo instante que el derecho decidió administrar la vida y apropiarse del privilegio de poder quitarla, porque de esta forma podía ordenarla, ejercer “controles precisos” y “regulaciones generales”. El principio básico sería: “no matar, sino invadir la vida enteramente”.
El creador del término “bio-política”, o el primero que planteó su definición, en 1905, fue Rudolph Kjellen (Suecia), y el concepto de “necropolítica” correspondió a Achille Mbembe (Camerún), pero las líneas actuales del debate bio-político se establecen a partir de los trabajos del polémico filósofo francés Michel Foucault (1976), para referirse a un régimen inédito´ que toma como nuevo objetivo y vehículo de acción el bienestar de la población y la sumisión corporal y sanitaria de sus ciudadanos.
El bio-poder, como un antecedente del necropoder, somete tanto la normatización de la vida como la “economía de la muerte” al tamiz científico y microfísica del poder.
Hay una bio-política de la sexualidad-sexo, de la drogadicción, y en general de todos los alrededores de la vida humana (mecanismos articulados en la familia, el sistema educativo, judicial, y de salud); en el caso del coronavirus, la muerte deriva, pues, de esas estrategias y dinámicas de lo viviente.
El poder político considera que es un privilegio el secreto de la existencia.
La visión bio-política traspasa un conjunto de procesos biológicos de la población y los efectos de la epidemia adoptan una dimensión en que la libre injerencia de política se manifiesta de forma implacable. El mal del virus es un medio de dominación y, por tanto, se inscribe en el orden del poder.
El Gobierno central adopta su bio-política a través de la Comisión de Alto Nivel, y aprovecha cualquier programa de asistencia social, con ribetes políticos; los intentos de los candidatos presidenciales están compitiendo por realizar su proyecto para combatir el coronavirus, porque eso supone lograr un importante apoyo por parte de un sector de la política y la sociedad.
Al igual que España se ha anunciado en forma ideal la “desescalada en 3 fases”, empezando por la reapertura económica y social, a fin de la convivencia segura. Podrán trabajar las microempresas y pequeñas empresas trabajaran con el 50 %, las medianas y grandes empresas iniciarán las labores con el 25 %, todo eso manteniendo el distanciamiento físico y uso obligatorio de mascarillas.
En la segunda fase iniciará el transporte colectivo privada y en la 3ra. habrá apertura de todas las actividades manteniendo las medidas de seguridad y distancia.
Tal como lo expresaría cualquier mandatario, el nuestro ha prorrumpido en decir: “esta crisis nos ha enseñado lo importante que es estar preparado, nos ha recordado que tener una red de salud pública capaz de dar respuesta, es ahora, más que nunca, la diferencia entre la vida y la muerte y que contar equipo humano comprometido y capacitado es lo único que garantiza una respuesta oportuna y eficiente”. Puro eufemismo.