Eliminar el “barrilito”, exoneraciones y demás cuestionadas asignaciones a los legisladores será tan difícil como que un mono suelte maní después de agarrarlo, aunque tenga su mano dentro de un coco.
Descaradamente ignoran el clamor para ahorrar esas partidas pese a que el presidente Abinader aboga por usar más racional y legítimamente esos muchísimos millones del maltrecho erario.
El problema tiene raíces profundas, como la errada idea de que cada legislador debe ser un “gobiernito” en su municipio, “resolviendo” necesidades médicas, urgencias familiares y politiqueando bajo guisa de ayuda social.
Cada senador y diputado juega a filántropo con dinero público, en propio provecho político.
Un real cambio como el prometido por el nuevo gobierno debe trascender el inicio de los juegos circense-judiciales, que ojalá ayuden realmente a adecentar el ambiente político y atacar la impunidad y la corrupción.
Si Abinader se atreviera a reducir al Congreso esas asignaciones de fondos, justificado por necesidad como con el subsidio a los partidos, será ovacionado estruendosamente. Ante la pandemia, falta que hace ese dinerito…