El jonrón de Elly de la Cruz por sobre el paredón de los 411 en el Quisqueya el lunes 24 de octubre para el Licey contra las Estrellas, hizo desempolvar la lista de quienes han logrado tal proeza, que ya suman 13, incluido Juan Francisco cuatro veces.
Uno de ellos, el cubano Juan Luis Baró, cuyo batazo presenciamos, resulta extraño en la lista y la gente suele preguntar de quién se trata. Es el único amateur del grupo y aunque tuvo una dilatada trayectoria de 17 Series Nacionales de Cuba con Matanzas y Cienfuegos, solo fue habitual en su preselección entre 1980 y 1985, bajo la sombra del “Gigante del Escambray” Antonio Muñoz.
Bateador zurdo, Baró combinaba una extraña dualidad en un jugador de la primera base: potencia con el bate a base de puro músculo; y velocidad como un corredor de 100 metros, al que el periodista Jorge Ebro de El Nuevo Herald describió como “más cercano a Ben Johnson que a Carl Lewis”. En su país fue todo un espectáculo en los Juegos de Estrellas por su velocidad.
Se lo proyectó como una promesa que supliría al tremendo Antonio Muñoz, pero no cuajó por falta de disciplina, cuentan. Solo tres veces integró la selección de Cuba: en los Centroamericanos y del Caribe La Habana 1982, el torneo Meteoro de la Confraternidad en Santo Domingo y el Panamericano Simón Bolívar en Venezuela, ambos en 1985.
El Meteoro de la Confraternidad fue un invitacional que montó el empresario Eloy Rodríguez, que entusiasmado con el béisbol creó un equipo con nombre homónimo a su empresa de baterías y compitió con éxito en el fiero torneo distrital.
A la primera versión invitó a Cuba, China Taipei, Nicaragua, Universidad Paisers de Estados Unidos, Puerto Rico. El tablazo con bate de aluminio por los 400 11 pies contra el puertorriqueño Geraldo Rosado data del 26 de septiembre de 1985. Se apreció su vuelo a casi un metro de altura, entre el centro y el borde derecho del paredón.
Presenciamos tal aldabonazo desde el centro del original palco de prensa o “Séptimo Cielo”, con unos pocos periodistas. Con seguridad afirmo que estaba mi futuro compadre Vicente Mejía, quizás Marco Sánchez y un cubano. De memoria es difícil precisar quién más, 37 años después. La ocasión permitió a Baró eternizarse en la historia del Estadio Quisqueya.
Mercado negro. La crisis que cada temporada invernal se reedita con la tenencia de boletas en gran cantidad por el llamado “mercado negro” para los partidos del Licey como home club de Águilas y Escogido, es vieja.
En otros tiempos, en los coloquios informales de la pelota se hablaba de personajes con nombres y apellidos que desde adentro “manejaban” los hilos con el mercado especulativo.
Pero no se veían escritos o pronunciamientos públicos como el de Ángel Lockward el lunes 30 en Listín Diario, hablar de engaño, estafa y en palabras suyas, de “un sistema formal que traspasa las boletas al mercado negro con el cual comparte enormes ganancias…”.
Por la misma línea se escuchó por radio apuntar sin ambages y directo a la oficina de dicho club por tal anomalía. Lo cierto es que hay un problema. Pero en la calle insisten en que “no lo quieren resolver”.