Uno de los momentos más difíciles de mi vida, después de ver morir a mi padre Eladio Rodríguez la húmeda mañana del sábado 13 de agosto de 1998; y de despedirme de mi hermano Miguel, al vésper de aquel domingo 29 de abril de 2001, cuando la temperatura de su cuerpo me comunicó que no volvería a verlo vivo, fue en aquella ocasión que, junto a la entonces presidente de la Asociación Médica Dominicana (AMD) Altagracia Guzmán Marcelino y al veterano fotógrafo Nicolás Cuello (EPD) tuve que presenciar, durante una media mañana de octubre de 1991, la necropsia completa practicada en el Instituto de Patología Forense al cadáver de un hombre y dirigente sindical insigne: Barbarín Mojica.
(Me inclino reverente ante la dignidad y entereza de este hombre, con el cual la vida me dio la oportunidad de conocer y conversar varias veces, desde años antes en la Central General de Trabajadores (CGT) y en la propia AMD, adonde yo trabajaba y acudía con bastante frecuencia a realizar sus diligencias gremiales. Para mí son un espejos la determinación y la lealtad en la lucha por su clase social, es decir, los obreros portuarios; y de todos los trabajadores que tan bien él representó).
EL CONTEXTO
Después de la desaparición de su hijo Rafael Mojica Melenciano, cuyo cadáver fue localizado en las inmediaciones de playa «Gringo», en el municipio Haina, al parecer el dirigente obrero habría caído en un estado depresivo que pudo haber sido el detonante de un eventual suicidio.
Después de diseminarse como pólvora en todo el país y parte del mundo la noticia sobre la desaparición sin dejar rastros visibles del dirigente obrero, el cadáver de Barbarín fue ubicado exactamente el 7 de octubre, sin otro signo de violencia diferente a los derivados de una estrepitosa caída al vacío, conforme a los resultados de la necropsia, por la rivera del río Ozama y muy próximo a uno de los puentes paralelos que lo atraviesan: el Duarte y el Mella o «Puente de las Bicicletas».
El acontecimiento desencadenó todo tipo de comentarios y rumores en torno a la posible causa y al impacto social y político de la muerte de un dirigente sindical de su dimensión, que tenía fuertes vínculos con las organizaciones de la izquierda política revolucionaria dominicana; y quien como tal traía tras de sí un extenso prontuario de más de un centenar de persecusiones, allanamientos, encañonamientos, encarcelamientos con violencia física en su contra provenientes del régimen balaguerísta de los 12 años.
Acabando apenas de superar un clima de cuestionamiento a la legalidad y legitimidad de su nuevo período de gobierno recién inaugurado, dados los insistentes alegatos por el resultado electoral fraudulento del año anterior, el presidente Joaquín Balaguer estaba más que consciente de la gravedad del caso y del contexto en que aconteció la muerte de Barbarín Mojica.
Sobre todo, el presidente Balaguer sabía de la desconfianza pública manifiesta sobre el desempeño del para entonces recién creado Instituto de Patología Forense, que fue asignado como dependencia a la Procuraduría General de la República, la cual tenía por fama ser una instancia que consuetudinariamente validaba los desmanes policiales y de los otros órganos represivos y de investigación del Estado.
Para realizar el nuevo aporte del gremio médico a la funcionalidad democrática del país y al mismo tiempo revestirlo del mayor aval técnico y científico posible, la Dra. Altagracia Guzmán Marcelino se hizo acompañar por integrantes de la Comisión de Patólogos Forenses de la AMD, que integraban los doctores Sergio Sarita Valdez, quien la presidía; Ivan Brugal (EPD) y Yamil Salomón, miembros. Nosotros, quien suscribe, también la acompañamos en nuestra función de su asistente de prensa, relaciones públicas y publicaciones en la AMD.
Es ésa la razón por la cual el «zorro político», como se le llamaba al presidente Balaguer, quiso ungir de la mayor transparencia a la investigación forense sobre el cadáver del dirigente obrero; y fue por tal razón que pidió a la propia presidenta de la Asociación Médica Dominicana (AMD) Altagracia Guzmán Marcelino estar presente durante la experticia, que a su vez fue encabezada por propio director del Instituto, el doctor Vertilio Cornielle Mendoza.
Hoy se cumplen 30 años de notificada por familiares y compañeros de labor sindical la desaparición o pérdida de contactos con Barbarín; y cuyo cadáver fue localizado entre tres y cuatro días después (el 7 de octubre de 1991.