El año que termina trajo muchas sorpresas políticas. El presidente Abinader, contrario a mis temores pre-electorales, ha resultado ser un estadista, muy distinto a lo que creí al juzgarlo en base a las gestiones anteriores de su partido (PRD vestido de PRM).
Sus logros de política económica, fundamentados en la solidez macroeconómica del gobierno anterior, son excelentes.
Igualmente, con la pandemia, el turismo, los haitianos, política exterior, agropecuaria y reformas en curso. Saca malas notas en la educación pública, la inseguridad callejera y el tránsito.
El desmoronamiento moral de Danilo Medina, ante la magnitud de los escándalos y procesos judiciales de su entorno familiar y político, luce que empeorará si tanto él como el PLD insisten en alegar persecución política en vez de refutar judicialmente las imputaciones destruyendo las pruebas.
Hay “lawfare” no porque Danilo peligra, sino porque luce improbable que sólo los danilistas merezcan ser procesados, mientras más de una docena de funcionarios actuales han sido destituidos por denuncias de corrupción. Abinader aplica un lema de Danilo: hace lo nunca hecho.