Un maorí ignorante de asuntos dominicanos que se forme una idea sobre Balaguer en base a periódicos de estos días, creería que su dimensión histórica e importancia política es menor que la de varias docenas de “cacoerrolas” envanecidos por sus roles secundarios o de relleno en el drama dominicano del último medio siglo.
Lo pensé al ver una señora –en una sala de espera en el Cedimat— comentando la “heroicidad” de un pobre diablo izquierdista exaltado en unos reportajes semanales en que los chismes cobran categoría de epopeya, mientras Balaguer queda peor que Darth Vader.
En ese y otros hospitales de la Plaza de la Salud hay fotos del cardenal López Rodríguez y doctores muy distinguidos y ejemplares, merecidamente, pues contribuyeron con grandes esfuerzos para que ese conjunto de facilidades médicas sea hoy una apreciada realidad.
Pero si –pese al concurso valioso de mucha gente— redujéramos la paternidad de la Plaza a un solo hombre, sin cuya voluntad no habría existido, ese es Balaguer. Nada allí lo recuerda, excepto la propia obra…