Levantó varios avisperos que recordara la fecha natalicia de Joaquín Balaguer con mi opinión de que fue el mejor político dominicano del siglo XX.
Pese a errores, hizo más por el país que todos sus adversarios juntos, quienes lo reconocieron en el Congreso como padre de nuestra democracia.
Me despeina —aun tan calvo— la facilidad con que quienes lo llaman asesino al mismo tiempo consideran héroes, mártires o patriotas a terroristas mata-policías, asaltantes y criminales de toda clase.
Las medidas económicas oportunas, vencer en las calles y las urnas a los izquierdistas que siguieron peleando tras la guerra de 1965, protagonizar transiciones en 1961, 1966, 1978, 1986, 1996 y 2000, aparte de las obras de infraestructura y el crecimiento económico, es un legado innegable.
Balaguer enfrentó conspiraciones de derecha e izquierda, guerrillas, amagos de golpes de Estado, unas Fuerzas Armadas facciosas y corruptas, una oposición díscola y desunida hasta 1978.
No quisiera cualquiera imaginar a Bosch, Peña Gómez, Caamaño, Wessin o cualquier otro sentado en la silla presidencial enfrentando semejantes desafíos… Ningún presidente ha rescatado más dominicanos de la pobreza.
Es vergonzoso que a muchos indignos, secuestradores y asesinos, les hagan estatuas y homenajes hueros mientras al proteico Balaguer los gobiernos lo siguen ninguneando.