El ministro de Hacienda se refirió ayer a un tema que he tratado varias veces: cómo muchas de las alegadas vergüenzas nacionales son exageradas por dominicanos al referirlas a extranjeros, personas o instituciones, quienes las propalan. Por ejemplo está la corrupción gubernamental.
Los casos de Odebrecht, Tucano, OMSA y otros, demuestran irrefutablemente que tenemos un serio y profundo problema con la deshonestidad y sinvergüencería de muchos administradores de presupuestos oficiales. Igual pasa en el sector privado.
Pero si fuéramos líderes en corrupción o vagabunderías, sería imposible explicar cuestiones tangibles como la gran confianza en el país de inversionistas, compradores de bonos, instituciones financieras y agencias calificadoras de riesgo.
Tampoco gozaríamos del prestigio de ser la economía puntera de la región en crecimiento y estabilidad.
El sol no se tapa con un dedo ni tampoco el flagelo de la corrupción, pero si fuéramos tan terribles como alega la oposición, debería reflejarse en la economía y afectar más la popularidad gubernamental. Debemos machacar la impunidad, sin titubeos, porque tan réquete malos no somos.