Hay tantos insultos y barbaridades en Twitter que muchos rehúyen ese auténtico foro público. Para periodistas es casi imposible no tuitear, pese a cuántos troles y “haters” contaminan el debate. El sábado fui censurado alegando que violé sus reglas sobre el odio racial.
El tuit decía: “Luce que no es coincidencia: a mayores concentraciones de inmigrantes haitianos, depredadores atávicos, más fuegos forestales hay.
Así destruyeron su país y ahora van a por el nuestro”. No odio a nadie. Tratar de silenciarme es propio de intolerantes e incapaces de debatir decentemente sobre hechos históricos y dolorosas realidades actuales.
Mis amigos haitianos saben que deseo lo mejor para su devastado país. Otros criollos condescendientes decían “es un tuit desafortunado”.
¿Tanto para bloquear mi cuenta? Esos, editarían la Biblia, para quitar batallas sangrientas, referencias racistas y alusiones sexuales del Cantar de los Cantares ¡sin mencionar las alucinaciones del Apocalipsis o la cruel tortura de la Crucifixión! A quienes se alegraron porque Twitter bloqueó mi cuenta @josebaezguerre1 y a quienes se alegran de que esté de vuelta: Dios habló con Elon. ¡Gracias! Los anti-dominicanos ¡no podrán destruirnos!