El sepelio de Yisel Sosa, quien acababa de montarse a la guagua al ocurrir el accidente, produjo una gran aglomeración de personas. Elieser Tapia
SANTO DOMINGO.-Según Karina Valoy, integrante del equipo de diseño de EL DÍA, este artículo debió debió titularse: “la parada de la muerte”.
Su comentario lo hizo al enterarse de los pormenores que rodearon los últimos segundos de la vida de Yisel Sosa, una de las fallecidas en el accidente ocurrido el pasado miércoles en la comunidad Quita Sueño de Haina.
La madre de cinco niños había salido a trabajar como todos los días, paró el bus e instantes después era parte de las primeras muertes confirmadas.
Frases como: “Ay mamita de mi vida, yo voy a seguir esperando que llegues a la casa; ¿por qué dejaste que la metieran ahí (sepulcro); ay Señor (Dios) debiste avisarme para yo abrazarla y besarla antes de irse al trabajo” y, “yo ni la vi esta mañana”, salían en secuencia rápida de los labios de una de sus hijas en el apresurado sepelio debido a las condiciones del cadáver.
Comunidad en luto
No era el único caso, sectores como La Pared y El Caliche también lloraban a sus muertos.
La madre de Rosalba Campusano, cuyo cadáver fue encontrado por lugareños que recogían cemento en horas de la noche del miércoles tras haber sido concluidas las pesquisas de las autoridades, clamaba entre gritos por una explicación.
“Esto no tiene precio mi amiga. No sé cómo pasó. Muchos choferes andan con el teléfono y cuando pasa la cosa ya no hay tiempo de nada”.
Afirmó que Rosalba, madre de cuatro, se empleaba cuidando niños especiales y que lo hacía porque uno de sus vástagos, dependía de ella tras sufrir un accidente.
“Y ahora quién cuidará ese niño. A las autoridades que arreglen todos esos boquetes. Claro, lo van a arreglar ahora porque hay muertos pero a mi hija quién me la devuelve”, decía.
A Teófila Brito, de 62 años y quien se desempeñaba como conserje en AN7 ,también la lloraban sus familiares.
“Mi madre era una mujer muy trabajadora, esto me ha partido el alma. Ella siempre me enviaba un mensaje por las mañanas y cuando le fui a responder ya no tenía señal y ahí estaba el murmullo de gente hablando”, declaraba entre sollozos una de sus hijas.
Al detallar el último mensaje que recibió de su madre respondió: “Buenos días mi niña linda que Dios te cubra y te acompañe dondequiera que estés”, acto seguido rompió a llorar.
Cada muerto tiene su historia y sus dolientes.
A Manuel Antonio Ramírez lo enterraron con rabia, entrando el ataúd en la cripta de manera apresurada y dándole la espalda.
Tenía 62 años, era desabollador y pintor de vehículos y según su hermano, el señor Francisco, el día del accidente tenía pereza.
“El no quería ir a trabajar, entonces sale y pasa esta desgracia”. Añadió al relato que su pareja vivía en Santo Domingo y que el día previo le había insistido en que no fuera a su comunidad natal, donde residían otros familiares.
¿Quién tiene la culpa?
Tratándose de un accidente, nadie en primera instancia. Evidentemente hay factores que podrían ser determinantes. El presidente de la junta de vecinos de La Pared, Carmelo Echavarría, pidió a las autoridades que intervengan la zona para evitar que los conductores de camiones la utilicen.
“Que transiten por la circunvalación y no por esa carretera tan pequeña. Todas las semanas hay un accidente, se reclama en el momento y luego no se hace nada”.
En el lugar
—1— Protección
Lugareños alegan que de la cañada tener protección, el daño habría sido menor.
—2— Condición
Lugar donde ocurrió el accidente es el final de una pendiente a la que se accede velozmente.
—3— Búsqueda
Personal de la Defensa Civil removía los escombros ayer en busca de una undécima víctima.