¡Ay! doctor, ¡qué dolor!

¡Ay! doctor, ¡qué dolor!

¡Ay! doctor, ¡qué dolor!

Rafael Molina Morillo, director de El Día

Fue como si me hubieran dado un batazo en la cabeza. Al leer la noticia en el periódico no pude menos que apiadarme de las personas que han sido torturadas a través de la historia.

Pensé en lo que debe sufrir alguien a quien se le aplica una descarga de miles de voltios en la silla eléctrica, o aquellos que en la Edad Media eran descuartizados utilizando caballos que halaban las extremidades de las víctimas en direcciones contrarias, o los que eran quemados en la hoguera al estilo de Juana de Arco.

¿A qué me refiero? Pues a algo muy cercano a todos nosotros: al dolor profundo e inconmesurable que me produce ver que en este querido país nuestro, tan necesitado de recursos para hacer frente a verdaderos problemas de salud, educación y seguridad ciudadana, se dilapidarán ochocientos cinco millones de pesos para ser repartidos a cambio de nada entre los partidos políticos.

O sea que usted, lector o lectora, y yo también, les estamos regalando nuestro dinero a personas que talvez ni conocemos ni nos simpatizan, para ayudarlos a tomar el poder para luego mal gobernarnos.
Como dice la canción: ¡Ay! dolor, ¡qué Doctor!



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