Fue como si me hubieran dado un batazo en la cabeza. Al leer la noticia en el periódico no pude menos que apiadarme de las personas que han sido torturadas a través de la historia.
Pensé en lo que debe sufrir alguien a quien se le aplica una descarga de miles de voltios en la silla eléctrica, o aquellos que en la Edad Media eran descuartizados utilizando caballos que halaban las extremidades de las víctimas en direcciones contrarias, o los que eran quemados en la hoguera al estilo de Juana de Arco.
¿A qué me refiero? Pues a algo muy cercano a todos nosotros: al dolor profundo e inconmesurable que me produce ver que en este querido país nuestro, tan necesitado de recursos para hacer frente a verdaderos problemas de salud, educación y seguridad ciudadana, se dilapidarán ochocientos cinco millones de pesos para ser repartidos a cambio de nada entre los partidos políticos.
O sea que usted, lector o lectora, y yo también, les estamos regalando nuestro dinero a personas que talvez ni conocemos ni nos simpatizan, para ayudarlos a tomar el poder para luego mal gobernarnos.
Como dice la canción: ¡Ay! dolor, ¡qué Doctor!