En el año 2015, los países miembros de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) adoptaron en asamblea 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) con la intención de contribuir a la búsqueda de solución o reducción de problemas sociales de larga data, que afectan a los pueblos del mundo.
El alcance de estos objetivos rige igual para países ricos o desarrollados, como para los pobres o en vías de desarrollo, subdesarrollados o tercermundistas, como todavía algunos identifican a las naciones de menor Producto Interno Bruto (PIB), de reducido per cápita y, por supuesto, con un bajísimo Índice de Desarrollo Humano (IDH).
Contemplan 232 indicadores en ámbitos de desarrollo social, educación, salud, vivienda, alimentación, convivencia humana, seguridad ciudadana, seguridad territorial, medioambiente, amenazas institucionales y, un sinfín de elementos que, paradójicamente, en la medida que ha transcurrido el tiempo, se han constituido en especie de barriles de pólvora, al punto de explotar, en la mayoría de los países de la región.
Hay que recordar que previo a los ODS, la ONU había adoptado en el año 2000, ocho temas como Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM), con la intención de que el 2015 concluyera con algunos resultados.
Antes, con los Objetivos de Desarrollo del Milenio, que fueron Pobreza extrema y hambre, Mortalidad infantil, Salud materna, Combate al Sida (algo exitoso) la Malaria y otras enfermedades, Sostenibilidad del Medio ambiente, y una Alianza mundial para el desarrollo, como ahora, con los ODS, muy pocos de los indicadores han registrado mejorías, en lo que concierne a República Dominicana.
Si deseamos hacer el ejercicio de evaluación, tenemos que conocer con precisión cuáles son los 17 ODS y analizar sus indicadores, empeorados exponencialmente en los últimos dos años por la incidencia del Covid-19 en el mundo, según alegan algunos.
Cito los 17 ODS, en el lugar que han sido ubicados por los Estados miembros de la ONU: Fin de la pobreza; Hambre cero; Salud y bienestar; Educación de calidad; Igualdad de género; Agua limpia y saneamiento; Energía asequible y no contaminante; Trabajo decente y crecimiento económico; Industrias con innovación e infraestructuras; y Reducción de las desigualdades.
También, Ciudades y comunidades sostenibles; Producción y consumo responsables; Acción por el clima; Vida submarina; Vida de ecosistemas terrestres; Paz, justicia e instituciones sólidas; y el 17; Alianzas para lograr los objetivos.
En el mundo siguen las guerras, las confrontaciones, las injusticias, las persecuciones, las desigualdades, el deterioro del medio ambiente, las debilidades institucionales; el terrorismo; la violencia, la inseguridad, el hambre, poco acceso a la salud y a la educación, falta de comprensión; y, fundamentalmente, de sentido humano.
Y, a propósito de que cada 22 de abril está dedicado al Día Mundial de la Tierra, aprovecho para enviar un SOS, que no es exclusivo mío: ¡Es urgente, salvemos el planeta!
Tenemos la opción de ser optimistas y unificar voluntades para combatir los males que aquejan a la humanidad, pero, esencialmente, la de ser entes de acción para el cambio y de trabajar codo a codo, mano a mano, por un mundo mejor. Nos toca a todos.
Visto el panorama que nos rodea, la siguiente pregunta no es capciosa: ¿Será posible alcanzar esas aspiraciones, convertidas en utopía social, tomando en cuenta que vivimos en un mundo en el que hay ocho hombres que acumulan más riquezas que la mitad de la población global, que es de 7 mil 993 millones de personas?