Frederich E. Bergés
El Talón de Aquiles de la economía dominicana durante las últimas décadas ha sido representado por su sector eléctrico.
Las inmensas pérdidas sufridas a costillas del erario por la ineficiencia de su gestión, el uso de combustibles fósiles y la desidia politiquera, con lo cual se han manejado las distribuidoras, han sido factores influyentes que le han hecho el punto débil de nuestro desarrollo.
Afortunadamente, la situación de los combustibles ha venido modificándose favorablemente con el uso cada vez mayor del gas natural.
El sector privado, acogiéndose a los favorables incentivos otorgados por el Estado, la disposición de contratos de compra de energía a precios prefijados y al cambiante escenario mundial de los combustibles, ha respondido de manera positiva.
A esto se le agrega la recién anunciada licitación publica internacional del Ministerio de Energía y Minas para la contratación de una potencia nueva adicional de hasta 800 MW que habrá de fortalecer nuestras capacidades competitivas de generación.
Otro avance particularmente favorable y de gran valor ha sido el desarrollo e instalación de facilidades de energía renovables. Amén de las presas del Estado y sus capacidades de generación hidroeléctrica, el sector privado nacional e internacional están muy activos en instalaciones fotovoltaicas y eólicas, aprovechando la luz solar y los vientos que cruzan nuestra isla.
A estos avances hay que sumarle el recién aprobado préstamo del Banco Interamericano de Desarrollo por unos US$155 millones con el objetivo de fortalecer la distribución, sus subestaciones y redes. Dicha deuda, el prestatario (el BID) y sus objetivos es otro paso en la dirección correcta para ir solucionando los escollos presentes de dicho componente del sistema.
Están surgiendo luces que podrían conducirnos hacia la salida del túnel oscuro que ha sido nuestro sector eléctrico. Que no desmayen estos esfuerzos y que el Pacto Eléctrico recién firmado sea un facilitador, y no un estorbo más.
