Leonel Fernández ha escrito un artículo al que ha puesto por título “Raza, ideología e identidad” (“Listín Diario”, 27 de enero de 2014). Los temas que desarrolla de por sí ya encierran un proyecto ambicioso de su parte. Su manejo supone ir más allá de los conocimientos rudimentarios que se puedan tener sobre él.
No es suficiente que ese autor se limite a brindarnos una visión global de la o las tesis que desarrolla en su escrito. Implica también ser, hasta cierto punto, un especialista en la materia. Conlleva saber presentar los datos sobre personajes y acontecimientos en un contexto histórico y cultural correctos. Y más si se trata de un tema como el que nos ocupa.
Significa, por tanto, tener cuidado en el manejo de fechas, de hechos y episodios en orden cronológico.
Supone incluso estar al día en cuestiones que puedan parecer no tan importantes como lo es el de conocer las últimas normas de la RAE y el concepto de “lo políticamente correcto” en cuanto al uso de la lengua y el discurso que no debería soslayar.
El uso del término “raza”, que emplea el articulista Fernández como concepto antropológico, justo en este punto del tiempo, es del todo anacrónico. Ha quedado reducido solo al dominio popular, o sea, no científico.
En su lugar ya se usa la categoría antropológica de “grupo étnico”. Lo propio pasa con los vocablos “blancos” y “negros”, para referirse a las gentes de piel blanca y negra conforme a los grados de melanina o grados de pigmentación que tengan.
En los Estados Unidos, por ejemplo, al primer grupo se le llama “sociedad mayoritaria (mainstream American society)”; al segundo, afroamericanos; y así otros grupos, como es el caso de los asiáticos, y no los “amarillos”.
El empleo de los términos ‘blancos’, ‘negros’ y ‘amarillos’ para referirse a las personas no es políticamente correcto. Implica expresión de prejuicios, si bien inconscientemente, de origen étnico, y no racial, otro vocablo que inapropiadamente usa el expresidente escritor en su artículo.
Lo mismo debería estar al tanto de la visión que tienen los pensadores posmodernos, y dentro de estos, los deconstruccionistas, sobre el concepto de identidad, que es otra de sus tesis.
En otras palabras, la filosofía posmoderna se burla de la idea de orden, identidad, eje, esencia, unidad, y otros, en el sentido de que para ella nada es fijo, ni invariable, ni estable; por lo que un escritor ha de hacer uso de tales conceptos en su discurso con cierta reserva, es decir, no de forma liberal.
Un escritor que desarrolla un tema de carácter histórico y cultural no debe perder de vista el manejo de fechas, y una vez logrado este procedimiento, saber contextualizarlo para poder rastrear mejor las relaciones que guarda entre sí y con otros tópicos afines a su tema. Por igual, ha de cuidarse de no desgajar hechos y personajes del contexto histórico concreto y específico en que vivieron.