Los mercados han impuesto la cultura del consumismo, que está prevaleciendo en todos los rincones y acciones humanas del occidente.
Todos queremos consumir, y la publicidad nos ha creado la necesidad de que la felicidad solo está presente en la satisfacción de las necesidades creadas que nos empujan a consumir para llenar el vacío y la angustia que nos han creado de manera individual.
Hoy nadie entiende el desarrollo de la vida fuera de un smartphone en la mano y las redes sociales, a través del cual existimos pero también abrimos la puerta al infierno.
El mercado no tiene sentimiento, no sabe ni le importa quién está siendo inducido al consumo de cosas que no puede comprar porque no tiene salario, o no son suficientes sus ingresos con las aspiraciones de consumir.
Aquí entra una ecuación compleja, quienes carecen de buena formación se entregan a los vicios y la búsqueda por los medios que sean para lograr satisfacer sus deseos, que, en una sociedad con una educación deficiente y carente de valores, es caldo de cultivo.
Cada vez somos más independientes e individualistas, y como tal, entendemos que los problemas colectivos son de otros, sin darnos cuenta que forjamos por muchos años la socialización de la humanidad para protegernos y solucionar los problemas fundamentales.
El desarrollo y preponderante cultura del consumismo impulsa la separación social. Es un éxito que todos consumamos los bienes individuales para evitar la asociación para procurar el bienestar colectivo. Exigir conquista, aunar esfuerzos empuja a la solidaridad que hace del ser humano apegarse a principios y valores no convenientes para los grupos manipuladores del poder y dueños del mercado.
El individualismo nos disgrega, nos mantiene sucumbiendo con diferencia de intereses, en contradicciones constantes que impiden la coexistencia en un mar de desavenencias discusiones y disoluciones, que impiden las asociaciones y movimientos políticos exitosos para la consecución de conquista para la colectividad, dejándonos al margen de las soluciones que acomodan y convienen a perpetuar el bienestar y progreso de los perpetradores y dueños de los mercados.
No somos dueños de nuestro destino, somos marionetas y los que somos incordios, nos damos cuenta como nos mueven y nos colocan en la corriente donde servimos a los intereses que nos manipulan para adaptarse a nuestros deseos ya etiquetados donde nos enferman y nos medican por los que nos hacen pagar con los mismos salarios que nos pagan por la construcción de su propio beneficio.
Y cuan complicado para lograr algún éxito que nos lleve por otro camino, cuando son dueños de la información y forman los consumidores subalternos, donde solo ello ha logrado unificar el pensamiento y adoctrinado el talento para su servidumbre, no hay espacio a ninguna acción liberadora, por lo que solo su propio éxito que alimente sus contradicciones produciendo implosión, y surjan nuevas corrientes, amos y servidumbre con la esperanza de construir nuevos mercados con cambios impredecibles.