Aun estoy a la espera…

Aun estoy a la espera…

Aun estoy a la espera…

Hace unos días, un hombre de negocios me sorprendió al llamarme a mi teléfono celular a las seis de la mañana. Se presentó, como es propio de quien sabe la actitud expectante que crea una llamada a esas horas. “Sé que usted no me conoce más que a través de la prensa”, añadió, tras mencionar su nombre.

Permanecí silencioso e intrigado mientras el empresario citaba tres o cuatro “amigos o conocidos”. Me solicitó que pidiera referencias. Manifestó a seguidas que “tenía una propuesta que hacerme”.

“Me interesa obtener de usted un contrato para hacer una edición de treinta mil ejemplares de uno de sus libros”, dijo. Nuestros libros, pensé en ese momento, como todo ser vivo, a veces tienen destinos extraños.

Precisó que se trataba de mi novela “En honor a mi muy querida Stella”, que vio la luz en el año 2010, pero que terminé de escribir en mayo de 2008. Tenía ocho años que no releía esa historia.

Me vino a la memoria que en tres ocasiones me hicieron propuestas parecidas sobre ese libro, lo que no es nada usual. Dos de ellas no se concretaron de forma un tanto enigmática. La última se quedó en el ámbito de las promesas.

El argumento de la historia se fundamenta en hechos que se produjeron en el país a principios del siglo XXI y meses siguientes.

Se describe en la historia la atmósfera de frustración y desencanto de la sociedad dominicana –y de cualquier conglomerado humano- ante la posibilidad de un colapso total.

Uno de los personajes es testigo de la irrupción social de una criminalidad de niveles desconocidos. Mía, otro de los personajes, es una víctima propiciatoria de un país en bancarrota.

Un oficial investigador describe sus experiencias al seguir de cerca, con asombro y náusea, la degradación y la deshumanización reinantes. Alguien registra en los periódicos las ocurrencias más deplorables y el caos predominante.

“¿Hasta cuáles extremos destruye la degradación generalizada el carácter y los sentimientos de las personas?”, se anuncia en la contraportada.

“Personas que viven y sufren nos revelan sus pesadillas, debilidades, derrotas y secretos. Sus palabras nos obligan a mirar la vida como un abismo profundo y tenebroso que nos seduce con fantasmagorías y mentiras”.

“Te verás en problemas”, le advierte un personaje a otro que hasta esos momentos vive en la holgura económica.
“He escuchado conversaciones.

Existen problemas graves con las finanzas. Hay grandes quiebras precisamente donde tienes tu dinero, tus certificados. Hay intervenciones del gobierno. Todo va a corromperse y degradarse. Ya lo verás”.

El personaje sentencia, al narrar y rememorar su experiencia: “Tenía razón”. Y añade: “Entramos en una etapa de contracción generalizada.

Los precios se disparaban, el dinero desaparecía de las calles, los bancos ya no eran confiables.

El vaticinio era negro: más hambre, más drogas, más desasosiego, más violencia, más delincuencia y ningún progreso”.

Le dije al empresario que me hizo la llamada que me hablara de las razones para editar masivamente a “Mi muy querida Stella”. Me respondió que me llamaría nuevamente para concertar una cita. Aun lo estoy esperando.



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