Guatemala.— El número de fallecidos por el alud que sepultó decenas de casas en la periferia de la capital de Guatemala ascendió a 56, entre temores de que cientos más pudieran estar aún bajo la tierra.
El vocero designado para la emergencia, Julio Sánchez, informó en rueda de prensa que los rescatistas habían recuperado más cuerpos el sábado hasta llegar a ese número, aunque se espera que aumente más.
La cifra anterior era de 30 fallecidos. Sánchez dijo que la nueva estimación de personas desaparecidas es de 350, cuando la víspera era de 600.
Socorristas de Cruz Roja, bomberos y policías, con ayuda de perros, reanudaron la búsqueda de posibles sobrevivientes en la zona del alud, donde removían los cientos de toneladas de tierra que cayeron sobre unas 125 viviendas que las autoridades estiman había ahí.
“Nosotros todavía tenemos la esperanza de seguir buscando y que salga alguna persona con vida”, declaró el coordinador de la emergencia, Sergio Cabañas.
El viernes, los socorristas rescataron con vida a Rony Ramos, de 45 años, quien era hasta ahora el único sobreviviente sacado de los escombros.
Permaneció al menos 12 horas bajo los escombros. Herido e inconsciente, fue ingresado al Hospital Roosevelt con politraumatismo, pero murió al final de la noche.
El derrumbe del cerro ocurrió la noche del jueves sobre una parte de la colonia Cambray II del municipio de Santa Catarina Pinula, a unos 15 kilómetros al este de la capital.
En La zona cero del desastre, los socorristas trabajaban incesantemente. Por momentos hacían sonar un silbato y alguien grita “ísilencio!”.
Todos callaban alrededor de un minuto para tratar de escuchar mejor algún signo de vida. “íSomos la unidad de rescate. Si hay alguien acá por favor haga ruido o grite!”, decía un socorrista, que puso su cabeza en el suelo y trataba de escuchar algo.
Si nada se oía, entonces sonaba el silbato dos veces en señal de que se debe continuar con el trabajo. Los socorristas colocaron una bandera de Guatemala en un palo de caña clavado en la zona del desastre, donde se alcanzan a ver láminas y bloques de cemento de las casas que estuvieron de pie ahí.
En el área trabaja maquinaria pesada para remover parte de la tierra que luego es sacada de la zona por camiones, pero a 24 horas del desastre es aún poco lo que han podido retirar.
Cabañas dijo que varias personas se han acercado para decirles que han recibido mensajes por celular de sus familiares atrapados y que aunque las autoridades no han visto ninguno de esos textos, solicitaron a las compañías telefónicas hacer un “mapeo” de los lugares donde registraron la última señal de los aparatos para realizar búsquedas ahí.
Hasta ahora, sin embargo, no han localizado a nadie en los puntos marcados por las telefónicas, informó. Haroldo Pérez llegó al lugar desde San Marcos, a unos 285 kilómetros al oeste de Guatemala, acompañado de cuatro familiares.
Trajo consigo palas con las que escarbaba para buscar a su hermana Mary Pérez, de 36 años. Dijo que su hermana es secretaria y que no sabe de ella desde el deslave.
En otro punto, los ojos de Nehemías González ya casi no tenían lágrimas. Cabizbajo, el hombre sollozaba explicando que su esposa Masiel Alexandra, su bebé Ángel Efraín, una cuñada y su suegra estaban en la casa que habitaba en el lugar. Con voz baja mencionó que él estaba fuera de casa, trabajando, cuando ocurrió la tragedia, alrededor de las 10:00 de la noche del jueves. “Mi esposa tenía 21 años y mi bebé dos años. Yo estaba trabajando en un McDonald’s.
Usualmente salgo a las 11:00 de la noche, pero ese día tenía varias tareas y salí a las 4:00 de la mañana, estuve llamándola pero no me respondió. Nadie me avisó.
Cuando llegué al lugar fue que supe todo. Nunca me imaginé esto. Lo último que me dijo cuando le hablé por teléfono en la tarde fue que me amaba. Yo también la amo”, dijo González, con sus ojos clavados en el suelo.
Los cuerpos de Masiel Alexandra y Ángel Efraín fueron llevados a una iglesia evangélica local, donde los velarán para sepultarlos posteriormente. González espera que puedan hallar el cuerpo de su suegra que “aún está allá abajo”, dijo. José Chacón, sentado en una silla en una de las morgues instaladas para recibir los cuerpos, lloraba recordando a sus familiares.
“Cada fin de año veníamos a visitarlos”, contó Castro. Venía del departamento de Zacapa cuando le avisaron que nueve de sus familiares murieron en el lugar. “Mi tía, mis primos, mis sobrinos.
Todos se quedaron ahí. Sólo un primo que no estaba en la casa se salvó” relató Castro. De los nueve familiares de Castro que quedaron soterrados, sólo cuatro cuerpos han sido recuperados.