Atención a la naturaleza
Mis luces, mi admirado Sr. Mateo Morrison, no abarcan el alcance visual lingüístico-erudito de sus habilidades literarias. Mas sin embargo, son estas las mías, las mismas inquietudes filosóficas concernientes a la cultura y a la naturaleza, cuyo enfrentamiento , como bien establece Ud. en su artículo dominical publicado en el “Listín Diario”: “¿Es Cultura todo lo que no es naturaleza?”, surge a partir de la “Evolución de las especies” de Charles Darwin.
Tan amplio es el tema expuesto, que el espacio no me permite una disquisición en torno a lo metafísico, y por lo tanto sólo trataré aquí sobre el recurso indispensable para el ente-animal desarrollado (hombre), quien debe su mantenimiento material a los recursos indispensables que sólo le proporciona la naturaleza.
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Sin hurgar en las profundidades del conocimiento global actual, sólo veo los innumerable focos de atención hacia donde se dirige nuestro raciocinio, descuidando lo fundamental para seguir habitando este maltratado planeta llamado Tierra.
Tierra que lenguidece de sed; tierra que muere de hambre; tierra que implora del hombre un alto a la desigualdad destructiva y a la depredación inmisericorde de sus recursos naturales.
Estamos en los albores de la sexta etapa del origen de la vida, que surge hace unos 4.5 mil millones años; es decir, la etapa de la Evolución y la “Biodiversidad”.
Esta biodiversidad que alimenta el cuerpo del hombre, desde el origen mismo de su presencia en esta Tierra.
No obstante, se destruye la foresta y con ella desaparece la vida de los animales que ella alberga y sostiene; desaparecen las fuentes pluviales, y continúa el egocéntrico afán de la supervivencia del más fuerte, en detrimento dle resto, sin percibir que no es esto sino una incomprensible auto-destrucción.
En el entretiempo, la tecnología sigue su camino indetenible hacia el anti-humanismo rampante, que no puede prescindir de la memoria cibernética (creada por la memoria humana), pero excluyéndela, la cual ahora más que nunca debemos ejercitar, para no abrir permisiblemente el paso al afamado alemán cazador de mentes, llamado Sr. Alzheimer.
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