El difícil arte de gobernar a una nación en el mundo de hoy requiere de las autoridades gobernantes un ejercicio basado en la capacidad y la ética para la implementación de políticas públicas que proporcionen bienestar colectivo a sus habitantes.
El instinto, la improvisación y la conducción estatal en función de por dónde se dirigen las olas de las redes sociales y los medios de comunicación en el día a día no son opciones adecuadas para garantizar mejoras en las condiciones materiales de vida de la población.
El buen gobierno se planifica con eficiencia y eficacia; el azar no produce dividendos, mucho menos la saturación con narrativas de una bonanza que colide con la realidad.
Hay que contar con técnicos cualificados que diseñen y ejecuten iniciativas que proyecten futuros promisorios, que sean capaces de afrontar exitosamente las crisis, al margen de que sean exógenas o endógenas. En estos tiempos no hay espacios para los funcionarios kakistocráticos, es decir, inexpertos e incapaces.
Además, de los conocimientos, destrezas y habilidades de los gobernantes de esta época, otro elemento indispensable lo constituye el aspecto ético.
Esto, porque la axiología, como rama de la filosofía y auxiliar de la ética, juega un rol importante en el ejercicio de la opinión pública, en virtud de su vinculación con las estructuras de los valores y los juicios valorativos. Conforme al idealismo kantiano, los contenidos que se viertan en los medios de comunicación de masas deberían siempre corresponderse con la verdad de los hechos.
La sociedad dominicana forma parte del mundo hiperconectado. Una enorme cantidad de ciudadanos tiene a su alcance plataformas digitales en las que expresa libremente sus ideas.
Según la filósofa española Adela Cortina, la ética, como filosofía moral, lleva a cabo tres tareas esenciales: dilucidar en qué consiste la moral, fundamentarla e intentar una aplicación de los principios fundamentados a los diferentes ámbitos de la vida social. El intento de distorsionar la realidad que vive el pueblo dominicano a través de publicidad estatal engañosa resulta pecaminoso y no se corresponde con la práctica de la buena gobernanza.
En el transcurso del tiempo, se observa que cada vez más se multiplican los conflictos éticos en el ejercicio gubernamental, profesional y en la vida cotidiana del país.
Y es por lo que la formación ética constituye una necesidad que no puede ser aplazada en los sistemas educativos, tanto al nivel de sus actores, como de las propias instituciones educativas. Les corresponde cumplir inminentes deberes sociales y culturales para la construcción de una sociedad mundial más justa, humana, equitativa y solidaria.
En la República Dominicana se requiere con urgencia disminuir las desigualdades sociales y formular propuestas e iniciativas de solución a problemas prioritarios de la vida ciudadana, donde los valores y el comportamiento ético sean parte trascendente para el logro de una mejor calidad de vida.
La formación ética es vital en la situación actual de un mundo amenazado por la guerra total.
Los electores deben tomar en cuenta, al momento de acudir a las elecciones, que las agrupaciones políticas cuenten con profesionales y técnicos de calidad, que exhiban conocimientos y competencias en diversas áreas, en adición a los componentes axiológicos.
La toma de decisiones de forma improvisada, sin un método riguroso para evaluar riesgos e impactos, incrementan las probabilidades de que los problemas se agraven y dar paso a crisis de gobernabilidad.
El pueblo dominicano habrá de avanzar, en futuros comicios, a la escogencia de candidatos capaces y referentes éticos en el camino de construir una mejor sociedad.