Es casi una hipérbole decirlo así pero, el gran Artagnan Ricardo Pérez Méndez fue el más completo de los que puedan destacar como maestros del derecho dominicano en la etapa contemporánea, y ser al mismo tiempo, un ferviente feligrés, escritor, creador de las ideas que pregonó a lo largo de su larga y fructífera vida profesional. Fallecido en 15 de noviembre de 2017, ahora su nombre se escribirá todas las veces que se despache una comunicación desde y hacia el augusto Palacio de Justicia de Moca, provincia Espaillat.
Los cinco Considerandos de la nacida Ley 69-19, de fecha 28 de marzo de 2019, constituyen una densa biografía y reconocimientos recibidos por parte de los gobiernos postreros al insigne profesor y maestro de las ciencias jurídicas dominicanas.
Proveniente de una familia pobre, pero extremadamente honrada y laboriosa; hijo de un boticario de poco estudio, pero de vivísima inteligencia, y de una madre modesta, ama de casa, pero de singulares aspiraciones, el querido letrado labró su destino haciéndole honor al caballero D´Artagnam de los Tres Mosqueteros, siempre embriagado de sueños de libertad y justicia.
Nació en la heroica Moca, un 23 de noviembre de 1929. Desde niño tuvo una poderosa unión a la escuela y a los estudios, y obtuvo de su madre el signo de la formación religiosa férrea. Su infancia fue humilde y enfermiza, afectado por una osteogénesis imperfecta, incluso en su adolescencia, recuerda los muchos días en que ayudaba a su padre en la farmacia, y luego servía en la Parroquia del Rosario como «mano derecha» de Monseñor Carlos Tomás Bobadilla Urraca.
El Cirineo, fue el nombre del boletín religioso creado por él, en 1964, y que hasta su muerte publicó semanalmente sin perder nunca el aliento.
Entre 1930 y 1950 su vida y la de toda su familia compuesta por sus padres y sus cuatro hermanos, se desarrollaría bajo el signo de la dictadura de Trujillo, marcado por algunos episodios de muerte de personas que desaparecieron por motivos políticos, tal es el caso del rebelde Enrique Blanco a quien vio en la cama de un camión antes de morir.
Se graduó de abogado en 1954 en la Universidad de Santo Domingo, Allí conoció a dos grandes maestros de derecho penal dominicano: don Damián Báez B. y Leoncio Ramos; pero tuvo el privilegio de ser formado por más docentes de la categoría de Hipólito Herrera Billini, Rafael Bonelli, Ambrosio Álvarez Aviar, Porfirio Basora, Carlos Sánchez y Sánchez, Oscar Robles Toledano, Manuel María Guerrero, Francisco Hernández, José Manuel Machado, Rafael Castro Rivera, Otto Sosa Agramonte Mas, Juan A. Morel, Zenón Castillo de Aza y Joaquín Balaguer.
Siendo un recién graduado del bachillerato ingresa a su labor de docente en un liceo de su heroica Moca; posterior a 1950, preparó con ayuda de algunos alumnos connotados un texto titulado Botánica y Zoología, que comprendía varias recopilaciones de otros autores y que permitía aplicaciones a la agricultura, «con fines de poder llenar el programa de docencia». Esta docencia universitaria que iniciara en la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra fue la que le brindó la oportunidad de escribir las obras clásicas del derecho penal dominicano.