Fuegos artificiales estallan en lo alto del Estadio Nacional durante la ceremonia de inauguración de los Juegos Olímpicos de Invierno 2022
BEIJING. — El país donde hace dos años se detectó el primer brote de coronavirus inauguró el viernes unos Juegos de Beijing de Invierno marcados por las restricciones, proyectando con orgullo su fuerza en el más global de los escenarios, a pesar de que algunos gobiernos occidentales organizan un boicot diplomático por la forma en que China trata a millones de sus ciudadanos.
El presidente chino Xi Jinping declaró el inicio de los Juegos Olímpicos durante una ceremonia de apertura en que prevalecieron el tono azul claro y las imágenes invernales que fueron mostradas en el mismo Estadio Nacional que fue sede de la inauguración de los Juegos Olímpicos de Verano de 2008 .
Los deportistas chinos Zhao Jiawen y Dinigeer Yilamujiang —que nació en Xinjiang, la región del oeste de China donde los grupos defensores de derechos humanos afirman que China oprime a mucha de la población étnica uigur— se encargaron de encender el pebetero olímpico.
Beijing se convirtió en la primera ciudad que ha albergado unos Juegos Olímpicos en verano y en invierno. Y aunque algunos no estuvieron presentes en la segunda cita olímpica en pandemia en seis meses, muchos otros líderes mundiales sí acudieron a la ceremonia inaugural. El más destacado: el presidente ruso Vladimir Putin, quien se reunió en privado con Xi previamente en medio de las peligrosas tensiones fronterizas entre Moscú y Ucrania.
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Los Juegos, y su ceremonia inaugural, son siempre un escaparate para la nación anfitriona, una oportunidad para mostrar su cultura, definir su lugar en el mundo y exhibir su mejor cara. Eso es algo de lo que China ha presumido durante décadas. Pero en los Juegos de Beijing de este año, el abismo entre la actuación y la realidad será especialmente llamativo.
Hace 14 años, la ceremonia de apertura de los Juegos de Verano Beijing 2008, con enormes espectáculos pirotécnicos y millas de participantes moviéndose al unísono, estableció un nuevo estándar para la extravagancia de este tipo de actos que ningún otro anfitrión ha obtenido igualar desde entonces. Fue un evento apropiado para lo que a menudo se ha calificado como la “presentación” de China.
Ahora, se mire por donde se mire, China ya está asentada, y monta un nuevo espectáculo en el estadio conocido como El Nido, construido con la colaboración del artista disidente Ai Weiwei.
Pero la esperanza de una China más abierta que acompañaba a aquella cita olímpica se ha disipado.
Para Beijing, estos Juegos son la confirmación de su estatus de actor y potencia mundial. Pero para muchos fuera del país, especialmente en Occidente, se han convertido en la confirmación de su giro cada vez más autoritario.
Las autoridades chinas están aplastando el activismo prodemocracia, reforzando su control sobre Hong Kong, adoptando una postura de mayor confrontación hacia Taiwán e internando a los musulmanes uigures en el extremo occidental, una represión que el gobierno estadounidense y otros han calificado de genocidio.
La pandemia ha tenido también un peso importante en estos Juegos, como ya ocurrió el verano pasado en Tokio. Más de dos años después que se detectara el primer caso de COVID-19 en la ciudad de Wuhan, en la provincia de Hubei, cerca de seis millones de personas han fallecido y cientos de millones más se han contagiado en todo el mundo.
El país anfitrión asegura tener una de las tasas de contagios y decesos más bajas del mundo, debido en parte a los estrictos confinamientos decretados por el gobierno, que fueron evidentes de inmediato para cualquiera que llegó al país para competir o trabajar en la cita olímpica.
Aunque, como ocurre en todos los Juegos, las cuestiones políticas han dominado los preparativos, una vez encendido el pebetero, la atención pasará, al menos en parte, de las cuestiones geopolíticas del día a los propios deportistas.
Todas las miradas se centrarán en si la superestrella del esquí alpino Mikaela Shiffrin, que ya tiene tres medallas olímpicas, puede superar las altísimas expectativas. En cómo culminará su carrera olímpica la sensación del snowboard Shaun White y en si la actual esperanza de la disciplina, Chloe Kim, volverá a sorprender. Y en si en las mujeres del equipo olímpico ruso acapararán todas las medallas en patinaje artístico.
China, por su parte, deposita sus esperanzas en Eileen Gu, una esquiadora de estilo libre de 18 años nacida en Estados Unidos que ha elegido competir por el país natal de su madre y podría colgarse tres preseas doradas.
Conforme se desarrolle la competencia, las condiciones impuestas por las autoridades chinas aparecen un marcado contraste con el ambiente festivo de los Juegos de 2008. Algunos asistentes de vuelo, personal de inmigración y de hoteles visten trajes de protección de pies a cabeza, mascarillas y gafas . Todas las personas que acudieron al país deberían someterse a pruebas diarias, y cuarentenas prolongadas para quienes arrojen positivo en coronavirus.
En varias partes de la ciudad sede, muchos han manifestado su entusiasmo y orgullo de que los deportistas de todo el mundo acudan a competir. Zhang Wenquan, un coleccionista de artículos olímpicos, comentó el viernes que se sintió emocionado, si bien el virus ha cambiado muchas de las condiciones en que suelen desarrollarse unas justa olímpicas.
“Creo que el efecto de los fuegos artificiales será mucho mejor que en 2008”, dijo. “Yo de hecho quería ir al estadio a verlo… pero debido a la pandemia no hubo oportunidad”.