Por la inflación, por la devaluación y ahora por las tasas de interés, muchos argentinos van a ser más pobres a final de año.
Un millón de créditos hipotecarios a 30 años. Eso prometió el candidato Mauricio Macri en las elecciones presidenciales de 2015 en Argentina.
Una vez en el poder, Macri se puso manos a la obra, se alió con los bancos y logró que, por ejemplo, en 2017 las ventas de viviendas aumentaran un 40%.
Lo que muchos llamaron un «boom inmobiliario» es hoy motivo de preocupación para los miles de argentinos que se endeudaron en ese momento, cuando la tasa de interés de referencia en Argentina era del 26%.
Ahora que esa tasa es del 60%, el esquema de crédito se va a modificar y dejará en el limbo a quienes acudieron al llamado prometedor de Macri.
Ningún otro país en el mundo tiene una tasa de interés como Argentina. Las siguientes más altas son las de Surinam (25%), Venezuela (22%) y Haití (20%).
El inédito 60% fue una de las recientes medidas del Banco Central para detener la pérdida de valor del peso, que se ha devaluado casi 30% en una semana.
Argentina también ha vendido parte de sus reservas -casi US$700 millones- al mercado de valores. Con eso el gobierno busca generar calma antes de unos anuncios que se esperan el lunes.
Mientras tanto, lejos de la discusión macroeconómica, millones de argentinos hacen cuentas, cambian sus pesos a dólares y se preguntan, por ejemplo, cómo es eso que dicen los economistas en televisión de que la financiación de tarjetas de crédito aumentará 120%. Nadie lo tiene muy claro.
¿Cómo se llegó a esto?
Macri, un empresario de corte conservador, llegó al poder hace casi tres años con la promesa de detener la inflación y resolver el desbarajuste económico que dejó el gobierno de Cristina Kirchner.
Parte del problema, decía el candidato Macri, era que la política proteccionista y «populista» del kirchnerismo de financiar el déficit con emisión monetaria podía incentivar el consumo, pero generaba inflación.
El nuevo gobierno decidió atacar la inflación con el aumento de tasas de interés, lo que daría atractivo al peso y fomentaría los créditos.
Se crearon las polémicas Letras del Banco Central, o Lebacs, bonos en pesos con altas tasas de interés que resultaban ser un negocio redondo cuando el dólar estaba quieto, «planchado», anclado en 16 pesos por dólar.
En esa primera mitad del mandato de Macri aumentaron los créditos, hubo un pequeño boom inmobiliario, la economía volvió a crecer y llegaron decenas de inversionistas extranjeros a invertir en el mercado local.
Pero «pasaron cosas«, como dijo Macri en unas de sus intervenciones recientes: Estados Unidos aumentó sus tasas de interés, Donald Trump puso aranceles al aluminio y Turquía entró en crisis.
Todas las monedas de países emergentes cayeron, pero ninguna como la argentina, que ha perdido 50% de su valor en un año.
Esto aumentó la incertidumbre sobre Argentina, desaceleró el crecimiento, bajó la popularidad de Macri, generó una nueva fuga de capitales financieros y terminó con la actual crisis que nadie sabe en qué va a acabar.
Entonces se anunció esa insólita tasa de interés de 60%, que busca incentivar el ahorro y las inversiones financieras en pesos y restarle atractivo al disparado dólar.
Pero tendrá un efecto muy concreto: enfriar la economía, impulsar la recesión y golpear la generación de empleo.
Las consecuencias del 60%
«Lo que pasa es que ahora el costo financiero de todo va a aumentar más de lo que ya venía subiendo», le dice a BBC Mundo Mercedes D’Alessandro, doctora en economía de la Universidad de Buenos Aires, en referencia a una tasa de interés que había sido fijada en 40%, en mayo, cuando ocurrió la primera corrida cambiaria.
«En Argentina la gente usa mucho pagar el mínimo por una compra y después bicicletear el resto en cuotas para terminar de pagar«, explica la autora del portal Economía Femini(s)ta.
La experta pone el ejemplo de las pequeñas y medianas empresas, o pymes, que son el 90% de las sociedades en argentina y dependen del crédito para cambiar la heladera, comprar un auto o arreglar el techo. Y para comprar insumos.
«Ahora ir a créditos, para ellos, va a ser usurero directamente, va a generar pérdidas«, opina.
«Pero además está el hecho de que esa clase media, media baja y sobre todo los más vulnerables, son los más afectados por esta devaluación», añade.
«Ellos ajustan en su alimentación, en leche, en proteína, y esto es una consecuencia que pocos mencionan».
Hoy no se sabe en cuánto va a terminar este año la inflación, que de por sí ya es una de las más altas del mundo: expertos estiman entre 35% y 45% anual.
Los gremios llevan meses protestando, luchando y negociando con el gobierno para que se decreten aumentos de salarios por al menos 20%. Eso sería un logro.
Por la inflación, por la devaluación y ahora por las tasas de interés, muchos argentinos van a ser más pobres a final de año.
Ya ni siquiera van a querer endeudarse.