Al meditar sobre cómo en esta época post-moderna tanta gente trata de mejorarse a sí misma mediante programas o técnicas de autoayuda ajenas a la espiritualidad, me dio con hacer un ejercicio o juego medio macabro. Cada vez que ando por la calle, observo a la gente que en las esquinas cruza la calle, espera un autobús, vende perros o aguacates, limpia vidrios o mendiga, o anda emperifollada superlativamente como si fuera rumbo a un concurso de bimblineo, y me pregunto: “¿Cuánto tiempo le quedará de vida?”.
La mayoría de nosotros fácilmente podría hacer algo parecido al ver a los demás, pero lo difícil es preguntárselo a uno mismo. ¿Cuánto tiempo me queda antes de partir al “menos aquí”? Caemos en la cuenta de que lo pasado, ya pasó; el futuro no ha llegado ni nadie sabe nada sobre él. Sólo tenemos el aquí y ahora. “Hic et nunc”.
Cada segundo desperdiciado sin salir del ayer o proyectando ansiosamente el mañana es negarnos la plenitud del preciso y precioso presente.