Los que se solazaron creyendo que ya no tendrían que soportar más tropezarse con los “Buenos Días” en las paginas de este periódico, estaban equivocados.
Mi ausencia de casi un mes se debió a la causa más natural del mundo, como lo es el disfrute de mis vacaciones.
¿Que cómo me fue? Pues… podría decir que… muy bien. Aunque, a fuer de decir la verdad, tampoco como lo imaginó un amigo que me preguntó si me gustó la Riviera francesa.
Pues no, disfruté a todo pulmón, dentro de las cuatro paredes de mi casa y abrigado por el calor humano de la mejor familia del mundo: la mía.
Podría alardear igualándome a nuestros políticos duchos en decir mentiras, pero ¿para qué?
Una cosa sí debo confesar: por mucho esfuerzo que hice, me fue imposible dejar de leer los periódicos (impresos y digitales), ver la televisión o escuchar la radio, por aquello de que, siendo periodista, hubiera sido imperdonable no mantenerme al tanto de los cambios que se supone que ocurren a cada instante en el mundo. Pero ¡iluso de mí!, lo he encontrado todo igualito.
Los mismos políticos, los mismos chismes, las mismas mentiras, la misma inseguridad ciudadana, la misma ausencia de consecuencias con los crímenes de cuello blanco o de camiseta sucia, la misma tapadera de trapisondas… ¡en fin!, nada ha cambiado.
Buenos días, pues, queridos amigos. Aquí seguimos para servirles, cargados de esperanzas y llenos de ilusiones, contando como siempre con la benevolencia de ustedes mis amables lectores.