Déjenme atender el deber que me impuesto desde hace años, de escribirle unos párrafos sencillos pero muy emocionados a Manuel Aurelio Tavárez Justo, Manolo, en cada aniversario de su muerte.
El próximo miércoles 21 se cumplirán 59 años de ese acontecimiento luctuoso y a Manolo y sus compañeros de armas caídos en la insurrección del 28 de noviembre de 1963, hay que volver a escribirles, en el esfuerzo por mantener en la memoria de las nuevas generaciones, el ejemplo de un líder que aún en medio del oprobio, supo representar la dignidad y los anhelos de redención de su patria.
Repito que Manolo llevaba un aura de luz y de vergüenza en torno suyo y no debemos dejar que las ráfagas de algunos nuevos vientos que tienden a desorientar la juventud, la apague.
Aquel gran líder actuó en representación de toda una generación revolucionaria que después de una larga tiranía, se lanzó a luchar por los cambios reales, hacia las metas y objetivos que la tiranía le negaba al pueblo. Bajo la bandera de la Agrupación Política Catorce de Junio, aquella juventud entró en escena como una legión política de la redención social y nacional y Manolo fue su abanderado.
Cuando en 1963 se inició un ensayo democrático con el gobierno de Juan Bosch, una engreída y reaccionaria oligarquía, manipulada por el poder norteamericano, con la complicidad de la alta jerarquía católica y el concurso de un grupo de militares, organizó un golpe militar que el 25 de septiembre de ese año, destituyó el presidente, disolvió el Congreso Nacional y, la más avanzada Constitución de toda nuestra historia, fue sustituida por un acta notarial que los golpistas redactaron a toda prisa., me honro en Manolo, se fue a las armas en protesta contra el golpe y por el retorno a la legalidad y la decencia. Junto a casi treinta de sus compañeros cayó mártir, se perdió la hermosísima promesa que él encarnaba. Esa fue la tragedia.
Pero quedó una siembra. Siembra de heroísmo; una enseñanza de que la política se ejerce como servicio y no como medio de enriquecimiento. De lealtad a la palabra empeñada ante su pueblo, de lucha intransigente contra la impunidad y por la justicia que, desgraciadamente, nunca alcanzó a los trujillistas.
En medio de tanta degeneración, ese legado aumenta su valor y hay que reafirmarlo. De eso se trata. Y, como simple soldado raso de aquel movimiento armado, reitero lo de siempre: Aquí estamos, Manolo.