Porque: “Juzgamos las cosas de la vida no
por sí mismas, sino por lo que nos afectan”
El que aprende y aprende y no
practica lo que sabe,
es como el que ara y ara y
nunca siembra.
Platón.
Tales desgracias hemos pasado, que solo faltó el cambio de la Constitución para que nuestro sistema de gobierno, en vez de Presidencial, se convirtiese en una Monarquía, donde ya el primer Rey estaba definido y, los demás, miembros del famoso Comité, serían Virreyes que gobernarían en las demás demarcaciones del territorio nacional. Y, para todo esto, habían trabajado afanosamente, para establecer la debida sucesión dentro del reinado. Se apertrecharon de dinero y enviaron a sus proles a estudiar en las mejores Universidades privadas y del extranjero, contemplados a ejercer como Príncipes herederos, y algunos, hasta multimillonarios eran, ejerciendo negocios con el Estado por medio de testaferros, donde hoy, ya es notable esta aseveración, incluyendo, claro está, lo relativo a la herencia política. Todo esto, en perjuicio del resto de la juventud del país, capacitados por igual, aunque, sin el privilegio de estos. Pero, sucedió el cambio, ya que, de no haberse producido, quizás hoy, fuésemos una cadena de Emires, sultanatos, lores, príncipes herederos y hasta jeques.
El mayor de nuestros problemas se inicia en aquellos, que muy bien hizo saber el secretario general Iberoamericano Andrés Allamand, cuando en presencia de “ellos”, reconoció que existe una percepción -y más que eso, diría yo- “muy generalizada de que los congresistas son grupos privilegiados de personas que reciben beneficios no justificados y los instó a mejorar su imagen con un antídoto muy simple: la transparencia total”. Indiscutiblemente que este señor, es muy guapo o medio ido, al decir estas palabras ante estos seres que no aceptan siquiera una picada de mosquito sin que se ofendan o van a los restaurantes y si no es un pez lenguado, siquiera lo miran.
Son estos, junto a los exultantes funcionarios que tienen que ver con el cumplimiento de las leyes, los que se les va el tiempo en operativos; teorías; firmas de convenios y consensos, con los mismos que promueven los problemas, que, como dijo el presidente Lincoln; pretenden desconocer que; “no puedes escapar la responsabilidad de mañana, evadiéndola hoy”. Pero, lo malo es, que, en este país, de sombras y espejos distorsionantes, lo que se ve, no siempre es, y, ellos manejan esta ilusión muy bien. Antes de referirnos hoy a las otras maneras de violencia que azota la población, vamos a ver el cómo se concatenan las diferentes inacciones de funcionarios, las cuales, son las causas principales del problema de violencia generalizada, entre las cuales no puede quedar fuera, la del tránsito.
Ineptas, teóricas y en algunos casos, hasta corruptas autoridades que han ido dejando con el tiempo, las aplicaciones de las leyes hasta llegar al punto de no retorno a la normalidad, en tanto, tratamos de sobrevivir en medio del caos dentro del cual nos encontramos. Prefieren teorizar, porque con esto, evaden perniciosa y cobardemente la responsabilidad con la cual deben cargar haciendo cumplir las leyes establecidas que, a pesar del tiempo, contemplan todas las infracciones y sanciones que se deben aplicar en cada caso. Y, no es ningún invento ni falsa percepción del problema ya que, cuando suelen, por medio de un operativo imponer las reglas, se nota de inmediato el debido orden en las calles. Como ese operativo que hicieron en diferentes sectores estableciendo las calles de una sola vía, pero que, lamentablemente, después de dos semanas supervisando el resultado del mismo, como por arte de magia, desapareció la supervisión, siendo suplantada por el caos implantado no solo por los pobres padres de familia entre los que se encuentran los deliverys y los motoconchistas sino, los residentes en estas demarcaciones que no son capaces de dar la vuelta a la cuadra, sino que, prefieren “robarse” la mitad y entrar en vía contraria. ¿Culpables ellos? ¡No! ¿Las autoridades del tránsito? ¡Sí! Continuaremos con otros tipos de violencia, en la próxima, ¡si me dejan! ¡Sí señor!