Aprovechar los recursos
Cuando la gente de mi generación crecía, hace unos cuantos años, las casas eran de madera, las puertas daban directamente a la acera y solían estar abiertas.
Era así por lo menos en pueblos de provincia como El Seibo, Higüey, Sabana de la Mar, Hato Mayor, El Valle y Miches, por donde solía caminar.
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Con el tiempo han venido a ser de piedra y sus dueños las cargan de hierro, no por su valor decorativo, sino como recurso protector.
Ante la crisis de seguridad, quien puede pagarlo ha agregado un guardián con escopeta o con revólver; y si tiene prominencia política, un militar o un policía le da seguridad personal por cuenta del Estado.
Por aquellos días, los de mi primera juventud, para cualquier familia de provincia la buena fama era un fundamento, y un policía era, sin duda, una persona a la que no se quería recurrir. Hoy día tampoco, no porque revele nuestra incapacidad para dirimir, según la moral tradicional, nuestras dificultades, sino por el menoscabo de su credibilidad.
En ausencia de programas apropiados para evitar las anomalías sociales y ante la incapacidad para superarlas allí donde se han hecho evidentes, la Policía ha venido a ser el brazo ejecutor de una fuerza ciega que ojalá tengamos tiempo para devolverla a la botella de la que se nos escapó.
A pesar de su desnaturalización, este cuerpo sigue siendo necesario y los administradores del Estado tienen el deber de volverlo a su razón de ser. Pueden, además, aprovechar a sociólogos dedicados a medir la percepción política, a informar sobre el contenido de la prensa y a engordar en oficinas públicas, para el diseño de programas dirigidos a dotar a nuestros barrios de vidas con objetivos y a nuestras elites de responsabilidad social.
Hoy estamos matando a hombres talvez irrecuperables porque en su momento no fueron inscritos en la escuela y cuando los pusieron no hallaron en ella una forma sana de la pandilla. Según mi manera de ver, estas formas del grupo juvenil pueden ser el equipo de béisbol, de volibol o de baloncesto.
También se les puede orientar hacia la práctica de disciplinas individuales, como artes marciales, boxeo, atletismo y ajedrez, útiles para la domesticación de la violencia y el aprovechamiento de energías ciegas y locas propias de la adolescencia.
Además del diseño de estos programas por parte de personal calificado, se puede aprovechar a cientos de atletas de alto rendimiento para llevarlos a la práctica.
Desde luego, para todo se requiere dinero, y en la administración del Estado la aplicación de cualquier propuesta a veces se convierte en un barril sin fondo, pero después de todo, la política ha conocido experimentos costosos, como el de pagar para no matar y el financiamiento de las dádivas de legisladores, que en el mejor de los casos desmoralizan a la comunidad.
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