Aprender a morir

Aprender a morir

Aprender a morir

David Alvarez

He vivido y reflexionado la muerte de dos amigos cercanos, uno más joven y otro mayor que yo.

El primero con un cáncer diagnosticado que le permitió advertir la llegada de la muerte, otro de sorpresa en un momento de intensa felicidad junto a su familia. Morir es una realidad que nos espera en la conclusión de nuestra existencia, es parte de la vida.

La muerte hace que la vida sea más valiosa, ya que establece su finitud temporal, y como en la mayor parte de los casos es algo que ocurre cuando menos lo esperamos, convierte cada día de vida en un regalo invaluable.

La vida, tal como la conocemos, es un regalo que recibimos sin solicitarlo, ni negociarlo, simplemente fuimos sorprendido con el hecho de existir, pudiendo no haber existido nunca.

Para quienes creemos en Jesucristo el regalo de la vida es lo primero que tenemos que valorar -que usualmente no lo hacemos.

El acto creador de nuestra existencia es el primer y fundamental motivo de gratitud para nuestro Creador.

Desvalorizarlo en función de un “más allá” es contrario al Evangelio, recordemos que Jesucristo vino a traernos vida y vida en abundancia.

El don de la Redención que nos promete vencer a la muerte es un segundo motivo de gratitud, cualquiera que sea la realidad que nos espera más allá de la muerte. Si nuestro Creador y Redentor nos ha dado algo tan maravilloso como la vida, confío en su misericordia más allá de la muerte.



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