Antes de Cristo ya existían los juegos de azar. Para el año tres mil en Mesopotamia y China se jugaba con dados de seis caras. Lo evidencian hallazgos antropológicos de escritos griegos e indios de la época.
En cambio, las loterías aparecen en la Roma del siglo XV, desde donde se trasladan a España y de allí a Latinoamérica.
En el ámbito local, el primer instrumento legal para hacer apuestas y obtener fondos para “ayudar a los más necesitados” lo concibió el sacerdote Francisco Xavier Billini: la Lotería Nacional (1890). Visión transformada con el paso de los años en instrumento de clientelismo político.
Hoy día los juegos de azar representan una de las industrias más amplias y millonarias del planeta. Condición multiplicada por la integración de las apuestas online, tras el surgimiento de la Internet.
Estos juegos son una combinación de consideración, riesgo y recompensa. Los resultados no dependen exclusivamente de la habilidad o destreza de los jugadores, sino de la suerte (azar).
Pero no siempre se apuesta por necesidad económica. También se hace por hábito y placer. Por satisfacer algún ego.
Su más alta expresión, los casinos, operan en todos los países. Y las apuestas en culturas tan desarrolladas como la japonesa, la norteamericana y la italiana.
Son negocios que suman dinamismo económico a sus localidades. Movilizan miles de millones, no sólo a través de las cargas impositivas al juego en sus distintas vertientes, sino también por medio de la hostelería, la venta de productos, servicios y generación de oportunidades.
Funcionan bajo regulaciones claras y bien definidas. No representan carga u obstáculo para el avance de dichas naciones.
De acuerdo con el Banco Central, Industria y Comercio y Mipymes, en República Dominicana existen unas 56 mil 933 bancas de loterías. Aunque dirigentes de la Federación Nacional de Bancas, Fenabanca, estiman que rondan las 200 mil.
Limitándonos al BC, estas generan en promedio más de 20 mil millones de pesos anuales. Sin tomar en cuenta las apuestas digitales.
Es uno de los negocios más rentables. Y de tan barata puesta en operación que muchos de ellos lo hacen sin cumplir requisitos legales.
Pero la otra cara de esta moneda son los centros escolares públicos y privados. A pesar de la asignación presupuestaria de 297 mil millones de pesos al sector educativo (4%) para éste 2024, estos apenas llegan a 10, 567 (Minerd).
Mientras las bancas hacen una fortuna proyectada a crecer al 30% en los próximos años, los niveles de la calidad educativa siguen siendo un reto pendiente.
En medio de precariedades e ignorancia las expectativas de alcanzar ascenso social por medio de los estudios académicos se debilitan.
En vez de apostar al desarrollo educativo, la población, principalmente joven, se suma al de las apuestas. Con la equivocada certeza de que es más fácil y rápido alcanzar mejores niveles de vida. Invierten en los juegos hasta lo que no tienen.
Resultado: una generación que frustrada por la ineficacia del sistema educativo apuesta a la riqueza sin necesidad de ir a las aulas.