En días recientes estaba realizando algunos trámites de mi labor profesional y gestionando con una conocida, me reiteraba una y otra vez los escenarios de dificultad en el proceso o sea proyecciones futuras, de todo lo malo que podía suceder. Cerrando la mensajería instantánea del móvil en una de esas conversaciones, me puse a reflexionar de que a veces somos nuestro propio verdugo.
¿Por qué anteponer los obstáculos ante una acción a realizar mucho antes de la manifestación? ¿Por qué apostar a perder, si puedo apostar a ganar?
El anteponer el fracaso de la acción, debilita la manifestación. ¿Quién podría obtener poder si antes de moverse ya está desconfiado?
El temor existe, constantemente nos enfrentamos a retos en la vida, pero entrego mi voluntad al mayor bien para la acción manifiesta.