Lily Montaño.
El vivir la humanidad desde el ego significa su propia destrucción, engañado por las múltiples máscaras sociales que nos dicen las etiquetas que debemos ser, vamos descubriendo que las posesiones, la imagen física y el prestigio que nos endilgamos, cosas que son útiles en el mundo material, si solo fuéramos eso, el cuerpo, pero somos más.
Cuerpo físico, cuerpo espiritual, emocional. Eso explica que al final de un día de loas profesionales, fama, éxito y dinero, al no encontrar el apoyo, el sostén espiritual y el toque amoroso del sí mismo y de los que lo rodean, esté la pata de la mesa incompleta.
Así el tener es más importante que el Ser, y vamos creando la separatividad desde muy pequeños, donde el ser distinto a lo considerado “normal” va tejiendo las diferencias.
La ilusión del ego hace creer en la superioridad sobre el otro, el ser especial, lo que va formando este mundo de competencia donde el sentirme por encima lo que hace es provocar el alejamiento de los otros que no somos más que Uno.
Somos Uno sí, muchos Uno interconectados con dones y experiencias diferentes, pero hijos de Dios, de la vida, del Infinito o Universo o como quieras llamarle, comprendiendo la singularidad, escuchando lo que tú mi “espejo me muestras” y respetando mis libres elecciones.
