Antropología forense, ciencia y justicia

Antropología forense, ciencia y justicia

Antropología forense,  ciencia y justicia

Wilfredo Mora

1.- Orígenes de la antropología forense. La contribución de la antropología forense en su interacción con la ciencia y la justicia dominicana tiene dos miradas, ambas muy interesantes: primero los antecedentes aún no descubiertos de la antropología legal en Santo Domingo y, luego, la evolución y posterior desarrollo de la antropología forense en Latinoamérica.

La historia se remonta a principio del siglo XX, con las cartas que recibió desde Valladolid el farmacéutico español Joaquín Obregón García, residente en Santo Domingo, catedrático de la Facultad de Farmacia de la Universidad de Santo Domingo, fundador junto a Fernando A. Defilló de la primera Revista Médico-Farmacéutica, “único periódico científico de ese país”. En esos años –pero en el continente europeo–, surgía la figura de un maestro de la medicina forense, de origen español aunque nacido en Pourac, en Filipinas, que envió mediante cartas, toda su contribución científica a nuestro humilde, pero consagrado farmacéutico, que en vida fue propietario de las ideas precursoras de la antropología forense nuestra.

Él pudo darse cuenta, sin dudas, de aquel material; pero el país, no. A un siglo y más de aquello, todavía la antropología forense no es una verdadera profesión.

El precursor de la antropología forense en Santo Domingo fue Antonio Lecha-Marzo. Se dedicó al estudio de una nueva ciencia hija de la Medicina Legal, la Policía Judicial Científica, introductora de la dactiloscopia como método de identificación personal.

Y en sus cartas a su amigo Joaquín Obregón García –un científico trabajador y perseverante–, le ayudó a introducir esas primeras ideas de antropología criminal, dactiloscopia, policía científica judicial, y por supuesto, como se vería a través de un organismo de derecho público que las aplique. Por eso, Obregón García fundó el primer instituto de dactiloscopia en nuestro país, además de inventar numerosos procedimientos químicos que se utilizaron en la antigua Universidad de Santo Domingo.

Esa fue la forma en que se difundió la ciencia de Lombroso en el país, y también sus teorías. Eso convierte a Obregón García en un pionero en el campo de la antropología legal dominicana, aunque fuera de su campo de trabajo científico.

En 2012, gracias a la doctora Carmen de Meer Lecha-Marzo, psiquiatra y nieta de insigne científico español, hemos podido reconstruir los hechos de esta ciencia particular.

Radicada en Oslo, ha facilitado la documentación casi completa de los trabajos enviados por su abuelo a su compatriota, no sólo de antropología criminal, sino de medicina forense y criminalística. Desgraciadamente no se encentran aún las cartas de Antonio Lecha-Marzo a Obregón García, sólo las que allá fueron recibidas por éste.

Esa sería una clave mayor, para describir las necesidades de la antropología y medicina forenses, en nuestro país. Aunque ya fallecidos, estas cartas pudieran estar en el legado de los doctores F. A. Defilló, y Manuel de Jesús Mañón Arredondo, sus colaboradores.

En fin, fueron las ideas de Antonio Lecha-Marzo, quien con la influencia de sus conferencias y numerosas publicaciones sobre los fenómenos vitales en la Biología, la Física y la Química, impulsaron el clúster de ciencias que convergen en la antropología forense dominicana, una ciencia en pañales, para nosotros.