Santo Domingo.–“En mi maletín médico cargo de todo, menos medicina, desde alicate, destornillador hasta silicón, y no me avergüenza decirlo”.
Esa expresión retrata el estilo del más “polifacético” médico, Antonio Cruz Jiminián, quien por su altruista labor es quizás el profesional del país que más reconocimientos ha obtenido a nivel nacional e internacional.
Su trabajo no se limita a preservar la salud de la gente, especialmente pobre, sino que muchas veces le garantiza medicina y otros servicios sociales y comunitarios a quienes lo solicitan, como también sale en auxilio de las más nobles causas.
Al remembrar sus 33 años de ejercicio, Antonito (como se le conoce) afirma que ese mismo tiempo lleva remodelando cada día la clínica bautizada con su nombre en el populoso barrio de Cristo Rey.
“Soy el supervisor e ingeniero de mi obra, los primeros blocks de la clínica los pusieron estas manos”, comenta. Allí se instaló en 1982, dos años después de egresar de la Universidad Autónoma de Santo Domingo, en un pequeño consultorio de su casita materna, con una camilla de madera que conserva como trofeo.
No pensó vivir de la medicina, sino emplearse en el Gobierno y dar servicios gratis. Empezó a laborar en el Seguro Social y en la tarde veía pacientes. El primer pago fue de dos pesos y algunos pensaban que se trataba de un curandero.
Se fue expandiendo hasta convertirse en la hoy clínica privada más grande del país, según él, con 102 consultorios y 200 médicos.
“Llego a las 5:00 de la mañana, paso visita a 60 o 70 pacientes, entro a mi consultorio con ocho médicos en la mañana y ocho en la tarde, examinamos más de 200 pacientes todos los días”.
Sátira real
De ahí que se la pasa corriendo de una camilla y un escritorio a otro, por eso los comediantes le hacen sátiras de las que se siente orgulloso, porque “ese soy yo”. Ofrece diversos servicios, algunos gratuitos, y otros exclusivos, como la resonancia magnética.
A su clínica, dice, le llegan enfermos de todos los hospitales, casos extraños, más la carga del nuevo Sistema Nacional de Atención de Emergencia (911).
Cruz Jiminián se atribuye con humildad el haber erradicado el labio leporino en niños.
Cuando pasa visita a sus pacientes carga su alicate y destornillador, porque va reparando cualquier detalle en las habitaciones, aunque ya cuenta con un ingeniero de planta, pero no se avergüenza de lo que ha tenido que hacer para escalar.
Intentó ser sacerdote, pero se arrepintió
Antonio Cruz Jiminián, médico general e internista, es oriundo de La Cabirma, Jarabaoca, el segundo de cuatro hijos de un ebanista y una ama de casa, quienes en busca de mejores oportunidades para estos decidieron emigrar a Bonao y luego a Santo Domingo.
Su primera vivienda aquí fue justo donde creó su clínica. Realizó sus estudios secundarios en el Liceo Juan Pablo Duarte.
Al concluir ingresó al Seminario Santo Thomás de Aquino para ser sacerdote, pero al terminar lo enviaron a la PUCMM a hacer Filosofía y allí se convenció que no comulgaba con algunas doctrinas de la Iglesia, por lo que el Cardenal le dio un año de descanso y decidió ingresar a la UASD en 1972.