Empecemos filosofando. Al estudiar la relación entre la realidad objetiva y la conciencia, dice el materialismo dialéctico que las ideas de los hombres van siempre detrás de los cambios que se operan en la sociedad. Hay que adecuar las ideas a las cambiantes circunstancias del mundo de estos tiempos.
A la caída del antiguo campo socialista, una sola superpotencia mantuvo la hegemonía. Ahora esa hegemonía se ejerce desde distintos centros.
Rusia, potencia regional según los norteamericanos, por su tamaño, su poderío militar y los recursos naturales sin los cuales ya no puede vivir el Occidente, la convierten en un importantísimo rival.
China, competidor principal de Norteamérica, no anda invadiendo militarmente a nadie, pero su influencia en el campo de los mercados es tal, que ya es principal socio comercial o financiero de ciento cuarenta y cuatro países.
Después de los estragos de la pandemia, ha estallado la guerra entre Rusia y Ucrania y el mundo entero ha sido estremecido, con las consecuencias económicas y políticas y el riesgo de guerra nuclear.
Cada potencia imperialista pelea afanosamente su propio espacio, en tanto, la situación política de cada país se vuelve cada vez más incierta. Los gobiernos se desgastan y sucumben, de casi treinta elecciones habidas en el mundo en los últimos tiempos, en solo dos países ha ganado el partido del gobierno. Colombia, el más reciente, probablemente Brasil y los propios Estados Unidos sean los próximos casos.
Contradictoriamente, mientras en Europa ganan fuerza las corrientes reaccionarias, América Latina gira hacia la izquierda, aunque no sea aquella izquierda roja que deseáramos. Tenemos entonces un mundo convulsionado y un entorno político regional favorable.
Aquí alcanzamos un cambio importante en las pasadas elecciones, al poner fin a la amenaza de estancamiento político que la permanencia del peledeísmo representaba.
En el gobierno actual, el de las clases dominantes y no al que la izquierda revolucionaria aspira como objetivo final. Aquí también las fuerzas se realinean, la venidera competencia electoral tiende a librarse, no entre dos, sino entre tres grandes fuerzas políticas. Cada una de la cuales busca fortalecerse.
Confiemos, también filosofando, en que la izquierda ponga el mundo subjetivo de sus ideas a tono con las nuevas realidades.
Sepa presentarse con un programa de demandas políticas para la acción política, intervenir con propuestas propias en el debate por las reformas que hay, planteando con propuestas de soluciones nacionales, con personalidad y candidaturas propias. Y sepa igualmente acelerar el paso porque el tiempo apremia.