Estado cuando no te has dado cuenta o te perdiste o mejor dicho se te olvidó quién eres.
En un mundo hiperestimulado, en el que muchos valoran más la presencia que la esencia, cuando nos perdemos y no encontramos las respuestas a ¿quién soy? ¿Cuál es mi misión? Cuando viene la siguiente ¿soy feliz?, si las primeras no están contestadas, resulta en un mar de confusión aún más profundo. Si bien es cierto que evolucionamos, para responder a la primera cuestión, en esencia sabemos algo o lo imaginamos, al igual que el propósito que nos guía, cuando hablamos de la felicidad, muchos la confunden con estar siempre alegres, personalmente pienso que se relaciona más con estar en paz, independientemente de las emociones que sintamos.
Están los que se pierden en tener todas las necesidades satisfechas y las que no, se las inventan. Como si el deseo de tener algo material siempre fuera la meta. Es imposible siempre tener todos los deseos satisfechos y si eso es lo que va a producir la felicidad va en contra de lo que es el movimiento de la vida, en la que unas veces estamos arriba y otras, abajo. De esos abajo es que normalmente aprendemos, porque el que está en la cima rara vez se estira o ve más allá.
Y de pronto en esta nueva era, vemos como desde mediados de este año 2018, tantas personas famosas decidieron terminar con sus vidas, por no encontrarle sentido a la misma. Nosotros, desde afuera no vemos el por qué y nos lo preguntamos. Si aparentemente lo tenían todo, decimos, sí, todo hacia afuera. El sentido de la vida es el Ser, con todo lo que ello implica, luego viene el hacer y después el tener.
Nueva vez, en lo material, tener cosas, no está la respuesta. Todas las respuestas están dentro.