El desempeño de lo que hacemos naturalmente es proporcional al estado emocional en que nos encontramos. En un día cualquiera, visitamos cientos de estados de manera consciente o inconsciente. Si revisas el día de hoy, pudiéramos decir que sentimos en un determinado momento ansiedad porque el tránsito nos haría llegar tardíamente y, minutos más tarde, en el mismo trayecto, experimentarnos desde el estado de atención para avanzar hacia el trabajo y no colisionar con otros vehículos.
Es decir, de manera dinámica y constante estamos cambiando de emocionalidad y, típicamente, esta sucede respecto a un evento externo a nosotros. La pregunta importante usualmente será: ¿El estado que estamos visitando en este momento nos es útil para hacer lo que estoy haciendo? O ¿Desde qué estado es adecuado realizar esta acción?
En el mundo corporativo, entender que actuamos desde una emocionalidad y que a su vez, esta puede ser inducida en función de la tarea a realizar, es de vital importancia para generar experiencias significativas y trascendente y, más aún, para lograr ver en la praxis, lo que conceptualmente podríamos llamar como liderazgo.
A veces, por ejemplo, podemos mal interpretar un evento o no escuchar el mensaje de manera apropiado, simplemente por estar viviendo esa interacción en un estado de no recurso. Valorar y poseer esta distinción, incrementa de manera favorable la productividad del mundo no manual.
Ahora bien, ¿qué relación tiene este tema con el título de este artículo? El título expresa una condición en la cual se texturiza o mezclan dos esquemas de actuar, aparentemente antagónicos, sin embargo perfectamente balanceado. Un directivo debe confrontar, abordar de manera directa acciones o comportamiento de otros, mas esto no exime que pueda hacerlo desde el amor, el cual es parte del liderazgo y no tiene, necesariamente, ninguna vinculación, en este contexto, con sentimientos familiares ni de pareja.
Poder expresarse desde una condición “amorosamente confrontativo” permite a quien hace gestión ser lo suficientemente directo y a la vez vivirse desde un sentimiento legítimo y pleno que es inherente a todo aquel que está en contacto con su humanidad.
En lo que hacemos en el campo de la consultoría en desarrollo ejecutivo, uno de los elementos típicos y comunes de nuestros proyectos es mostrar y enseñar la posibilidad de traer hacia sí sensaciones sanas y proactivas que faciliten cómodamente expresar lo que se quiere y abrirse constantemente y estar presente de manera sensorial en lo que sucede en las relaciones con otros.
En nuestro idioma, existen algo más de tres mil palabras que utilizar para nombrar diversos estados los cuales alcanzamos, siendo aproximadamente un 70% vocablos usados para etiquetar aquellas que podríamos definir como negativas. En nuestro inventario de experiencias entendemos que por cada estado positivo existen tres negativos: sorprendente!
Actuar desde ese 30% y, sobretodo, visitando en el momento oportuno el estado que nos colabore con el resultado que requerimos, hará de nosotros, directivos que potencializan el recurso humano y hacen uso de recursos que poseemos de manera intangible (muchas veces desconocida), sin embargo forman parte de la diferencia que hace la diferencia.